Las lecturas públicas

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Todos los sectores han sido afectados por la pandemia en curso y muy sana con sus rebrotes. Uno de ellos entre todos, es el sector cultural. Se extrañan esas lecturas públicas, aunque sea para escucharnos entre nosotros cinco o diez, o cuando mucho treinta personas en el público. Es el ego, claro. Y ha veces son puros familiares y amigos, pero es agradable esa fraternidad. Empezando por las invitaciones. Por quienes van llegando y nos saludamos de mano, abrazo y beso. Nos permite reconocernos como practicantes del mismo gozo y dolor de escribir un texto, poema, cuento, fragmento de novela. Extrañamos criticar en el silencio al que no se le escucha, habla muy bajito y no lo decimos para no incomodarlo, aunque a veces nos atrevemos a gritarle como en el cine al jácaro cuando no se ve bien la imagen, en este caso al poeta: "¡lee más fuerte!". O pensamos "siempre lee los mismos". Y al final aplaudimos fuerte, y más si es amigo. Y de allí disfrutamos de una amena plática luego de la lectura, y si hay tiempo nos vamos a un café, o a un bar cercano al lugar de las gozosas lecturas.


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De marzo acá se han cancelado muchas presentaciones, y las que se han hecho han sido de frente a la computadora. No es lo mismo. Pero reconocemos que no hay de otra. Nos invitan vía watsap o messenger. Nos proporcionan la clave de sesión y la de usuario. Y allí estamos a la espera del día, y minutos antes de la hora nos ponemos frente a la ventana que es la pantalla, y nos conectamos mediante una de las varias aplicaciones que hay para el caso. La primera vez (como toda las primeras veces) estamos nerviosos, no logramos conectarnos, hasta que finalmente lo logramos: "Aquí presente, Antonio" "Ya se conectó Toño", dice alguien. "Oye, Toño, acomoda mejor la cámara porque solo se te ve la mitad". O es la cara completa la que no se ve, y cosas así por el estilo. O chilla mucho el micrófono o se congela la imagen.Al lado nos ponemos un café, cerveza, o vino tinto. Y nos pusimos una camisa presentable, aunque andamos en short y chanclas o descalzo. 


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Ya volverán esos tiempos de las lecturas públicas. Yo casi no me asomo a las lecturas de hoy por las plataformas Zoom. Las siento como si fueran de otra galaxia, todas ellas desconocidas. Sobretodo porque no hay esos encuentros de miradas, ni vemos el conjunto de imágenes y sonidos de una lectura pública. Y luego más que soy disperso y escuchar a alguien en la pantalla, sin ver el texto y menos el contexto tibio de las presencias, pues realmente no me llama la atención. No quiero decir que sean malas las lecturas en ese tipo de transmisión. Quizá a otros les parezcan una mejor forma de difundir su trabajo, quizá yo esté equivocado. Pero reitero, no queda de otra en estos tiempos de pandemia.

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Y se me hace más difícil aún cuando son más de veinte personas conectadas, y peor si son sesenta y más. Escucho que alguien está leyendo, busco entre los cuadritos cuál es el que mueve los labios, pero al ser tantos, no los puedo identificar. Entonces supongo que es uno u otro. Como un juego, y a veces le atino y a veces no. Es decir, escucho la voz. Cierro los ojos para imaginarme edad, rostro y género. Y a veces le atino y a veces no. En ocasiones creo que es hombre o mujer, y es lo contrario. A veces supongo que es joven o ya de edad como la mía, y lo mismo, me sale lo contrario. A eso me refiero de la diferencia con las presentaciones a todo color y calor.

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Otro sector afectado son los artistas plásticos. Me entero que hay inauguraciones virtuales. Las veo si son en Facebook live, o en vivo en Instagram. Escucho los discursos. Veo el corte de listón y el recorrido de la cámara por los cuadros. Trato de identificar a algún querido amigo o amiga. Luego cuando salgo a Villahermosa (vivo afueras de la ciudad), trato de  aprovechar para ver los cuadros en vivo, y quizá tomarme una selfie junto al cuadro del querido amigo o amiga y mandársela, para que vea que soy afecto a su trabajo plástico, y resulta que no hay acceso al público. Y me asomo por la vidriera y perico la tristeza del ambiente de los cuadros solitarios. Si fueron colgados para ser mirados y, en lo posible, admirados.  Sin olvidar que en la transmisión también trato de identificar a los amigos y amigas, pero como andan con cubrebocas por precaución, ya no sé quien es quien, además que el pelo largo no es precisamente exclusivo a mujer.

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Asimismo quiero destacar y reconocer a muchos colegas que están realizando un trabajo excelente en las transmisiones, como mi amiga María Luna Pérez, Ericka Padrón, Iván Graciano Morelo, Mauricio Gomez, los amigos de la Sociedad de Escritores, Edmundo Juárez (desde antes de la pandemia) y muchos otros. Cierto es que no son los únicos. Cada quien que realiza este trabajo de promoción cultural en pandemia, lo hace con lo que tiene,  pero sobretodo con un gran corazón, y por ende mucho amor por las artes y en específico por la literatura.  

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