Remembranzas sobre Doña Leonor Calvillo

1

Se conjugan alegría y tristeza en estas y quizá en todas fechas. En mi caso porque un día como hoy 25 de diciembre, pero de 2001, falleció Doña Leonor Calvillo Arrona, autora de mis días. Así de pronto. Nomás por la razón que le tocaba, como decimos, se le detuvo el corazón a las 10: 45 de esa noche. Y cuando eso sucede no hay vuelta atrás. Son los golpes fuertes de la vida, que nos caen como de rayo, y que nos parten en mil pedazos. 


2

Ella nació en 1928, en una comunidad del municipio de San Felipe Torres Mochas, en el estado de Guanajuato; hija de Don Jacinto Calvillo, y Crescencia Arrona. Ella fue la mayor de tres hermanas, junto con Socorro y María del Sagrado Corazón. Su infancia la pasó en un terrenito lindo que tenía en sus inmediaciones un pequeño afluente de río, que entre piedras, era la delicia de todos ellos, durante todo el año. Allí entre manzanos y duraznos creció, y en esos cruces de destinos, quizá en la iglesia, o en las tiendas del lugar, conoció a un apuesto muchacho de ojos verdes, de nombre Juan Solís, con el que luego de algunas pláticas decidió unirse en pareja, sin consentimiento de su padre, que puso el grito en el cielo, y tuvieron que huir. No muy lejos, porque cerca, en otra comunidad vivía la familia de su Juan. Allí vivieron algunos años, realmente pocos. 

3

Para los habitantes de El bajío (conjunto de estados del centro de la república mexicana) es común que haya un familiar o más en Estados Unidos. Por eso mismo, con dos hijos pequeños (María Paz y Mariano) Leonor y Juan vislumbraron dejar esas comunidades de lomerío, y se fueron a probar suerte en la frontera norte, que pudo ser cualquier ciudad, pero fue precisamente Matamoros, Tamaulipas, el lugar recomendado. Allí nacimos las demás ramas de ese árbol florido. Crescencio, Rosa, yo, Elvira, Linda, Gloria 1 (que falleció de meses) y Gloria 2. 

4

Leonor no tuvo la oportunidad de estudiar, como muchas personas en esos años, y más como mujer. Así que el destino lo enfrentó ágrafa, pero aprendiendo en la universidad de la vida lo suficiente para no meterse en problemas, y menos tratar de quedarse con lo que es producto del trabajo de los demás . Platicadora, pero no parlanchina, trabajadora sencilla y humilde.

5

Luego de cuatro o cinco repatriaciones por la migra americana, como muchos, por necesidad ante todo, se fueron quedando en las márgenes del Río Bravo, pegado a la Colonia Jardín, la colonia más cercana a los dos puentes internacionales de ese entonces. Pocas alzas del nivel de aguas del Río, pero poderosas, como la de 1954, lo cual impulsó , por parte del gobierno, programas de nuevos asentamientos poblacionales, para quitar (y proteger) a quienes vivían en esa situación de riesgo.

6

Dice mi mamá que de novia y luego de casada le gustaba cantar el estribillo de la canción "yo soy hielera, tengo mi Juan, él es mi vida, yo soy su querer...".  Pero este Juan soñaba con regresar a su tierra, "algún día". Y sí volvía, pero de visita. El caso es que el gobierno ofrecía solares en las nuevas colonias para los habitantes en el margen del río nada caudaloso, pero sí traicionero. "Para qué, vieja. Si nosotros nos vamos a regresar a San Felipe" (Guanajuato). Esa era la respuesta a la visión de Doña Leonor de tener algo seguro y no rentar de por vida. Así que como toda mujer valerosa y valiosa, a escondidas acudía a las juntas para la entrega de los nuevos solares en la integración de la Colonia Treviño Zapata.   

7

Llenado de formato a escondidas, y asistencia a las reuniones también a escondidas, rindieron fruto: el lote 209, de la Colonia Treviño Zapata, en el oriente de la ciudad de Matamoros. Los recuerdos que tengo sobre esa situación son ya de cuando mi padre junto con amigos aprendices de carpinteros, con ganas, entusiasmo y solidaridad, levantaron lo que fue nuestra casa en propiedad, y mi padre seguro que era pérdida de tiempo porque se iban a "regresar a San Fellipe", sembró algunas plantas cuyas imágenes y aromas, forman parte de mi memoria infantil. Un laurel de la India, un jazmín oloroso, tres plátanos, una Granda, una higuera, una bugambilia que nos dio sombra, un canelón y un muicle al frente del solar que sirvió de cerca y cuyas ramitas eran regaladas por mi madre al ser una planta medicinal.

8

El diciembre del 2001 fui con la familia a Matamoros como todos los años. Mi padre estaba en una clínica por problemas en la inoportuna próstata (por la edad). Con mi llegada el 19, acordamos en familia que lo operaran. El 22 en la mañana ("para que pase la Navidad con su familia, y no solo en la clínica", había dicho el doctor) le dieron de alta, y llegó en silla de ruedas, por lo de recién operado, y con bolsa de diálisis. Los vecinos comunicativos fueron testigos y corrieron la voz. "Ya salió Don Juan del Hospital". Así que cuando la mañana del 26 de diciembre del 2001 vieron que había velorio en el 209 del callejón 6, estaban seguros que el fallecido era Don Juan, y así llegaron a dar su pésame, por Don Juanito. Cuando entraron a la sala del velorio en la casa, vieron a Don Juanito en una esquina muy serio, y se dieron cuenta que era Doña Leonor, la que había fallecido.


9

Fue un paro cardiaco al momento de acostarse; aún tuvo fuerza para levantarse, y con el corazón detenido alcanzó a sentarse en la sala de la casa, como en su lugar y posición habitual, como viendo la televisión. De allí los gritos. EN minutos la llegada d ella Cruz Roja. la revisión de la pupila con la prueba de reacción a la luz, y el dictamen triste: "la señora no tiene señales de vida. la señora ya falleció", dijo bajito el paramédico de la CR. "Por favor, otra vez la prueba", rogué angustiado. Se la hicieron de nuevo, explicándome que la pupila reacciona a la luz de la lámpara de manera automática, cuando hay vida, aunque la persona esté inconsciente. Y nada que hacer.

10

Ni antes ni después, cuando corresponde llega la muerte. En el caso de ella, sin padecer los agravios que el tiempo infringe en la vejez, cuando se depende d e los demás para los asuntos primarios. Ella, Doña Leonor Calvillo Arrona, la morenita que había llegado a Matamoros en 1952, la que aguantó los embates rudos de la pobreza y el machismo de Don Juan, la que me tenía mi uniforme listo en la primaria, secundaria y Normal, la que tenía sus ahorros lo mismo pararan medicina que para los dulces de calabaza y camote ue pasaban vendiendo, había terminado su vida lucida, en movimiento, tan así que la noche de anoche, que corresponde a la nochebuena, asistió a la misa de gallo que ofrecieron en la parroquia de San Antonio. Y misión cumplida un día como hoy, Navidad a las 10: 45 de la noche. 


Comentarios

Entradas populares de este blog

lecturas 20. Poemas de Carlos Pellicer Cámara

Rigo Tovar y Chico Ché

Max in memoriam