La vacuna, videos y otras cosas

De vacunas, cuentos motivantes y la Doctora Leticia
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Leía ayer que ya está la vacuna contra el coronavirus, lo cual es como una luz al final del túnel. Sea como sea ya estamos montados en el caballo de los contagios, a pesar de que muchos nos cuidamos. No falta quien no lo haga, quien salga a hacer colas enormes, sin las medidas recomendadas, del usar gel, lavado constante de manos, cubrebocas y la sana distancia. Por eso la vacuna es una luz. Pero también cabe la pregunta, lo decía yo ayer en una plática de café con amigos y con la sana distancia: ¿Y económicamente quién gana con la venta masiva de la vacuna? ¿No debiera ser gratuita asimismo para los gobiernos? Porque siendo gratuita para las personas comunes, como usted y yo, nuestro gobierno de la 4 t la tiene que pagar recortando recursos de otras dependencias, y peor cuando son recortes brutales a cultura, educación y a salud. Mientras tanto no hay de otra.
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Pero mientras llega la vacuna, a seguir cuidándonos. No queda de otra. Y más cuando está a la alza el número de contagios y siguen falleciendo personas por ese motivo. Ah que 2020, "problemático y febril", como dice el tango Cambalache. Y recordemos que el 12 de diciembre, alguna preposada, el 24 y el 31 representan fechas de mucho simbolismo y unión, pero que por esta ocasión nos abstengamos de lo suntuoso y popular, para reflexionar, y compartir el pan y la sal, con los familiares que habitamos la misma casa. Deveras es necesario. Ayer mismo me decía vía watsap un amigo: "falleció un amigo de Ocuiltzapotlán (la comarca donde vivo), y nuestro amigo recíproco tiene miedo porque tuvo con él mucho contacto; y este con nosotros". Así se forma un círculo contagioso, la cadena de los apegos de amistad y familiares.
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Cambiando de tema. He leído muchos textos en internet, que son una verdadera joya de motivación. Asimismo he visto videos que tienen el mismo fin (Aclaro, todo esto muy aparte de las lecturas literarias, que ahorita vuelvo a este tema). Uno de los videos tiene que ver con los sueños de los niños, de lo que quieren ser y que muchos lo logran a pesar de su circunstancia económica, de lo retirado de su casa con los centros de estudios superiores, pero sobretodo a pesar de quienes les dicen que eso es imposible. Es común que se les pregunte a los niños en diversos grados, sobre lo que quieren ser de grandes. Y no sorprende ver que sonrían, entrecierran los ojos y dicen: bombero, policía, doctor, ingeniero, astronauta. Me aterra cuando escucho a un maestro o maestra, sobretodo del Norte, que me cuentan que algunos alumnos dicen que de grandes quieren ser sicarios, y las alumnas quieran de grandes ser novias del sicario. Y cierto que me lo han dicho. Pero volviendo a los dichos sueños positivos. Tenemos que impulsarlos, motivarlos, alentarlos a que alcancen sus sueños. Y que tengan claro que eso se logra con dificultades, estrecheces, sacrificio, mucho sacrificio. Luego años después se encuentra a alguno que dice: "yo estudié, gracias a usted".
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Es el caso del cuento de la niña Leticia, pobre, siempre con hambre, que quería ser doctora y que todos se reían de ella. Por allí anda esa lectura, a ver si estos días la comparto en esta sección. Asimismo otro texto es sobre el joven maestro que se encuentra a su maestro de primaria, ya jubilado, y le dice: "yo estudié para maestro gracias a usted". Este se sorprende y le dice: "ah, sí, a ver cuéntame". Y el ex alumno le pregunta que si se acuerda del robo del reloj. Resulta que a un niño se le pierde su reloj que había guardado en su mochila, y que seguramente otro compañerito niño lo había robado. Al enterarse el maestro los pone en fila y les dice que cierren sus ojos, y pasa a revisar los bolsillos de cada uno de ellos, hasta que lo encuentra en uno de ellos, pero no dice nada, y sigue revisando. Al final entrega el reloj al niño propietario. Y no pasa nada. "Yo soy el que tenía el reloj (dice el joven maestro a su viejo maestro), allí me decidí a ser maestro, porque usted rescató mi dignidad, no me exhibió. ¿no se acuerda de mi?". "No, no me acuerdo, porque yo también tenía los ojos cerrados y no supe quién fue", responde el viejo mentor.
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Fragmentos finales de la niña Leticia que de niña dijo que quería ser doctora y lo logró
"Leticia sigue aprendiendo más y enseñando sus secretos para luchar. Yo sigo queriendo saber hasta dónde llega el poder de las palabras; ¿cuál es el sortilegio para encantar a las serpientes que jalan a los descobijados?; como profesor, ¿qué puedo hacer para equilibrar la balanza de la justicia social ante casos parecidos?; ¿cuándo empezó el despegue de los sueños de Leticia en función de los de sus compañeros y compañeras? ¿Donde radica la fortaleza de las mujeres que supera cualquier expectativa?
Ya no quiero ser el maestro de Leticia: Ahora quiero aprender. Quiero que me enseñe cómo evoluciona una oruga hasta convertirse en ángel y, sobre todo, quiero descubrir cuál fue la varita mágica que la convirtió en la Princesa del Cuento".
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Regresando a las lecturas. Ayer en un espacio de mi descanso, de tantos que tengo ahora que estoy jubilado, me encontré un libro pequeño de Rafael Ramírez Heredia. Contiene cuatro cuentos, uno de ellos es famoso, "El rayo Macoy", que le dio prestigio internacional al ganar el famoso premio de cuento Juan Rulfo, en 1984, convocado por Radio Francia internacional. Los otros cuentos son buenos, pero es este, el que se lleva las palmas. El personaje es un boxeador que de niño lo burlaban por lo pobre y enclenque. Uno de sus compañeros al verlo gritaba: "peleaaa a diez rounds. En esta esquina, El Jaibo Solís; y en esta otra El rayooooooo Macooooy". Y todos se reían de él. Peero, bueno para los golpes, logra ser boxeador famoso, solo que sigue la misma ruta de muchos quienes se dedican a ese deporte que le llaman el de "las orejas de coliflor y las narices chatas", y se pierde entre desveladas, vino y mujeres, rodeados por amigos que lo son porque hay dinero para sus viajes y diversiones. El escritor Ramírez Heredia (Tampico, 1942- Cd de México 2006) logra deslumbrar con ese cuento por el estilo en que lo escribe, pasando del presente al pasado y regresando al presente, de manera mezclada y desenfadada en el manejo de situaciones, lo cual es probable que confunda al lector poco avezado, además con un ritmo poético que se nota en la belleza del lenguaje popular. Vale la alegría leerlo o releerlo.


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