Lecturas 35. Poemas amorosos de Javier Villaurritia

Hola. Buenas tardes. Hoy es sábado 10 de abril, y hay lecturas, la número 35. Soy el maestro Antonio Solís Calvillo,  y transmito este programa desde mi casa, en Villahermosa,  Tabasco, México. El fin es difundir la literatura y reiterar la importancia de la lectura libre. En Villahermosa estamos a una temperatura de 38 grados, con sensación de 48 grados. Y hoy asimismo recordamos el asesinato del líder campesino Emiliano Zapata, que fue perpetrado un día como hoy en la hacienda de China meca, Morelos.

Por eso hoy leeré un poema alusivo al líder agrario, y posteriormente poemas de Xavier Villaurrutia.

Pablo Neruda ? "A Zapata"

 Cuando arreciaron los dolores 
en la tierra, y los espinares desolados 
fueron la herencia de los campesinos 
y como antaño, las rapaces 
barbas ceremoniales, y los látigos, 
entonces, flor y fuego galopado… 

Borrachita me voy hacia la capital 
Se encabritó en el alba transitoria 
la tierra sacudida de cuchillos, 
el peón de sus amargas madrigueras 
cayó como un elote desgranado sobre 
la soledad vertiginosa, 
a pedirle al patrón 
que me mandó llamar 
Zapata entonces fue tierra y aurora. 

En todo el horizonte aparecía 
La multitud de su semilla armada. 
En un ataque de aguas y fronteras 
el férreo manantial de Coahuila, 
las estelares piedras de Sonora; 
todo vino a su paso adelantando, 
a su agraria tormenta de herraduras. 

Que si se va del rancho
muy pronto volverá 
Reparte el pan, la tierra; 
Te acompaño. 

Yo renuncio a mis párpados celestes, 
Yo, Zapata, me voy con el rocío 
de las caballerías matutinas, 
en un disparo desde los nopales 
hasta las casas de pared rosada. 
cintitas pa? tu pelo no llores por tu Pancho … 

La luna duerme sobre las monturas, 
La muerte amontonada y repartida 
yace con los soldados de Zapata. 
El sueño esconde bajo los baluartes 
de la pesada noche su destino, 
su incubadora sábana sombría. 

La hoguera agrupa el aire desvelado; 
grasa, sudor y pólvora nocturna. 
… Borrachita me voy para olvidar… 
Pedimos patria para el humillado. 

Tu cuchillo divide el patrimonio 
y los tiros y corceles amedrentan 
los castigos, la barba del verdugo. 
La tierra se reparte con un rifle. 

No esperes, campesino polvoriento,
después de tu sudor la luz completa 
y el cielo parcelado en tus rodillas. 
Levántate y galopa con Zapata. 

Yo la quise traer dijo que no…
México, huraña agricultura, amada 
tierra entre los oscuros repartida; 
de las espaldas del maíz salieron 
al sol tus centuriones sudorosos. 

De la nieve del Sur vengo a cantarte. 
Déjame galopar en tu destino 
y llenarme de pólvora y arados.
… Que si habrá de llorar 
pa? qué volver.


 Villaurrutia nació en Ciudad de México en 1903. Estudió en el Colegio Francés y en la Escuela Nacional Preparatoria, donde inició su amistad con Novo y Torres Bodet. Abandonó los estudios de Derecho para dedicarse por completo a las letras. Junto con otros intelectuales mexicanos, como el poeta y dramaturgo Salvador Novo, fundó las revistas: Ulises (1927) y Contemporáneos (1928) que marcaron un hito fundamental en el panorama de la literatura mexicana al aglutinar a un grupo de magníficos poetas comprometidos en una tarea de depuración lingüística y de apertura y renovación del quehacer poético. En esa época publicó los versos de sus Nocturnos en 1933 en el libro Nostalgia de la muerte. Fue maestro de Octavio Paz. Jamás abandonó su defensa de la independencia del arte, su oposición al nacionalismo cultural y su propuesta de una literatura mexicana en diálogo consigo misma, con el resto de literaturas del mundo y con la esencia del fenómeno poético. En 1943 impulsó, junto a José Bergamín, la revista El hijo pródigo.
Si bien su labor poética fue la más destacable también realizó una gran labor como crítico literario y dramaturgo.
Hizo estudios de teatro en el Departamento de Bellas Artes. En 1928
había fundado con otros escritores el teatro de Ulises "pequeño teatro experimental adonde se representan obras nuevas por nuevos actores no profesionales".
Fue becado en 1935 por la fundación Rockefeller y estudió arte dramático durante un año en la Universidad de Yale de New Haven, Connecticut, Estados Unidos. Escribió obras de teatro y hasta una ópera: La mulata de Córdoba. Libreto escrito en colaboración con Agustín Lazo. Música de José Pablo Moncayo que fue estrenada en el Palacio de las Bellas Artes en 1948.
Murió en Ciudad de México en 1951.
A los cuatro años de su muerte, en 1955, se instauró en su honor el Premio Xavier Villaurrutia de escritores para escritores que conceden la Sociedad Alfonsina Internacional (SAI) y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, a través del Instituto Nacional de Bellas Artes de México.

Su poesía otorga una indiscutible importancia, una sugerente función inspiradora, al principio del error freudiano y a la técnica, utilizada ya por los surrealistas, de la inconsciente asociación de ideas potenciada por un mismo fonema, que alude a planos muy distintos de la experiencia. La palabra adquiere así un carácter casi fantasmagórico, que actúa como un espejo donde el poeta se ve siempre devuelto a sí mismo en un insatisfactorio vaivén lleno de ansiedad, revelador de una carencia que es la propia esencia del vivir y que sólo puede concluir con la muerte.

Décimas de nuestro amor

I

A mí mismo me prohibo
revelar nuestro secreto
decir tu nombre completo
o escribirlo cuando escribo.
Prisionero de ti, vivo
buscándote en la sombría
caverna de mi agonía.
Y cuando a solas te invoco,
en la oscura piedra toco
tu impasible compañía.

II

Si nuestro amor está hecho
de silencios prolongados
que nuestros labios cerrados
maduran dentro del pecho;
y si el corazón deshecho
sangra como la granada
en su sombra congelada,
¿por qué dolorosa y mustia,
no rompemos esta angustia
para salir de la nada?
III
Por el temor de quererme
tanto como yo te quiero,
has preferido, primero,
para salvarte, perderme.
Pero está mudo e inerme
tu corazón, de tal suerte
que si no me dejas verte
es por no ver en la mía
la imagen de tu agonía:
porque mi muerte es tu muerte.

IV

Te alejas de mí pensando
que me hiere tu presencia,
y no sabes que tu ausencia
es más dolorosa cuando
la soledad se va ahondando,
y en el silencio sombrío,
sin quererlo, a pesar mío,
oigo tu voz en el eco
y hallo tu forma en el hueco
que has dejado en el vacío.

V

¿Por qué dejas entrever
una remota esperanza,
si el deseo no te alcanza,
si nada volverá a ser?
Y si no habrá amanecer
en mi noche interminable
¿de qué sirve que yo hable
en el desierto, y que pida
para reanimar mi vida,
remedio a lo irremediable?

VI

Esta incertidumbre oscura
que sube en mi cuerpo y que
deja en mi boca no sé
que desolada amargura;
este sabor que perdura
y, como el recuerdo, insiste,
y, como tu olor, persiste
con su penetrante esencia,
es la sola y cruel presencia
tuya, desde que partiste.

VII

Apenas has vuelto, y ya
en todo mi ser avanza,
verde y turbia, la esperanza
para decirme: “¡Aquí está!”
Pero su voz se oirá
rodar sin eco en la oscura
soledad de mi clausura
y yo seguiré pensando
que no hay esperanza cuando
la esperanza es la tortura.

VIII

Ayer te soñé. Temblando
los dos en el goce impuro
y estéril de un sueño oscuro.
Y sobre tu cuerpo blando
mis labios iban dejando
huellas, señales, heridas…
Y tus palabras transidas
y las mías delirantes
de aquellos breves instantes
prolongaban nuestras vidas.

IX

Si nada espero, pues nada
tembló en ti cuando me viste
y ante mis ojos pusiste
la verdad más desolada;
si no brilló en tu mirada
Un destello de emoción,
la sola oscura razón,
la fuerza que a ti me lanza,
perdida toda esperanza,
es…¡la desesperación!

X

Mi amor por ti ¡no murió!
Sigue viviendo en la fría,
ignorada galería
que en mi corazón cavó.
Por ella desciendo y no
encontraré la salida,
pues será toda mi vida
esta angustia de buscarte
a ciegas, con la escondida
certidumbre de no hallarte.

Deseo

Amarte con un fuego duro y frío.
Amarte sin palabras, sin pausas ni silencios.

Amarte sólo cada vez que quieras,
y sólo con la muda presencia de mis actos.

Amarte a flor de boca y mientras la mentira
no se distinga en ti de la ternura.

Amarte cuando finges toda la indiferencia
que tu abandono niega, que funde tu calor.

Amarte cada vez que tu piel y tu boca
busquen mi piel dormida y mi boca despierta.

Amarte por la soledad, si en ella me dejas.
Amarte por la ira en que mi razón enciendes.

Y, más que por el goce y el delirio,
amarte por la angustia y por la duda.

Nocturno de amor

El que nada se oye en esta alberca de sombra
no sé cómo mis brazos no se hieren
en tu respiración sigo la angustia del crimen
y caes en la red que tiende el sueño.
Guardas el nombre de tu cómplice en los ojos
pero encuentro tus párpados más duros que el silencio
y antes que compartirlo matarías el goce
de entregarte en el sueño con los ojos cerrados
sufro al sentir la dicha con que tu cuerpo busca
el cuerpo que te vence más que el sueño
y comparo la fiebre de tus manos
con mis manos de hielo
y el temblor de tus sienes con mi pulso perdido
y el yeso de mis muslos con la piel de los tuyos
que la sombra corroe con su lepra incurable.
Ya sé cuál es el sexo de tu boca
y lo que guarda la avaricia de tu axila
y maldigo el rumor que inunda el laberinto de tu oreja
sobre la almohada de espuma
sobre la dura página de nieve
No la sangre que huyó de mí como del arco huye la flecha
sino la cólera circula por mis arterias
amarilla de incendio en mitad de la noche
y todas las palabras en la prisión de la boca
y una sed que en el agua del espejo
sacia su sed con una sed idéntica
De qué noche despierto a esta desnuda
noche larga y cruel noche que ya no es noche
junto a tu cuerpo más muerto que muerto
que no es tu cuerpo ya sino su hueco
porque la ausencia de tu sueño ha matado a la muerte
y es tan grande mi frío que con un calor nuevo
abre mis ojos donde la sombra es más dura
y más clara y más luz que la luz misma
y resucita en mí lo que no ha sido
y es un dolor inesperado y aún más frío y más fuego
no ser sino la estatua que despierta
en la alcoba de un mundo en el que todo ha muerto.

Inventar la verdad

Pongo el oído atento al pecho,
como, en la orilla, el caracol al mar.
Oigo mi corazón latir sangrando
y siempre y nunca igual.
Sé por quién late así, pero no puedo
decir por qué será.

Si empezara a decirlo con fantasmas
de palabras y engaños, al azar,
llegaría, temblando de sorpresa,
a inventar la verdad:
¡Cuando fingí quererte, no sabía
que te quería ya!

Soneto de la esperanza

Amar es prolongar el breve instante
de angustia, de ansiedad y de tormento
en que, mientras espero, te presiento
en la sombra suspenso y delirante.

¡Yo quisiera anular de tu cambiante
y fugitivo ser el movimiento,
y cautivarte con el pensamiento
y por él sólo ser tu solo amante!

Pues si no quiero ver, mientras avanza
el tiempo indiferente, a quien más quiero,
para soñar despierto en tu tardanza

la sola posesión de lo que espero,
es porque cuando llega mi esperanza
es cuando ya sin esperanza muero.

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