Martha (2)

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Me ha sucedido otras veces. Un texto que escribo y publico, alguna persona lo lee, se siente identificada, o más bien se reconoce, y luego me manda una carta, a veces con agradecimiento, y en otras, con cierto reproche o reclamo, pero así es esto. Y más si uno olvida ponerle al final una nota aclaratoria que diga que son personajes ficticios, y que cualquier parecido con la realidad, no es o sí, mera coincidencia.  Así me llegó esta carta que publicó intercalando algunas explicaciones.

2

"Don Antonio, escritor

Me llamo Martha, estudié la Normal y me gusta el basquetbol. Leí su muy agradable texto donde se refiere a una persona como yo. Dice alta, dice rubia. Me parece que soy yo. Pero no recuerdo bien esa etapa de mi juventud. Su texto me ha llamado mucho la atención y lo voy a guardar, ojalá que algún día lo publique en libro, para adquirirlo y guardarlo en mejor forma, sobretodo en libro, que una nunca se imagina que pudiera ser protagonista de un relato, y ¿por qué no? de una novela..."

3

(En los textos que uno escribe sucede que se cuelan algunas situaciones personales, pero se mezclan con hechos que crea la imaginación, con el fin de que lo que se cuenta tenga una mejor lógica en los sucesos, pero además sea atractivo dicho texto para el lector. Los sucesos ordinarios nos suceden a todos. Pero hay que matizarlos o aderezarlos con alguna chispa que logre sobresalir y llamar la atención. Por ejemplo cuando Kafka inicia Metamorfosis con "la mañana que el señor K se despertó se dio cuenta que estaba convertido en un escarabajo". Y chispas, de allí el lector o le sigue aceptando ese inicio de exagerada ficción, para ver qué es lo que le sucede o de plano corta y no le sigue).

4

... Efectivamente recuerdo como entre brumas esos años de adolescencia, cuando estudié la Normal. Su texto trajo a mi memoria esa etapa que casi creí olvidada. A mí el basquetbol me había gustado desde la escuela primaria. Así que al entrar a la Normal rápidamente el maestro Cid, de educación física, me preselección, una por mi estatura, 1.74, como por lo básico que ya dominaba, y mi tiro certero de tres puntos, que encestaba tres de cinco, lo que para una que inicia es bastante. Y así nos empezaron a citar los sábados para prácticas y luego al terminar estas, nos quedábamos a hacer retas. Y entre varios mirones estaba un chico de nombre precisamente como el de usted, y entró. Jugaba regular, y puedo decir que hasta mejor que yo. O uno de losndos jugaba menos para dar chance al otro. El caso es que me parecía que se dejaba ganar. Pero también son peligrosos los roces.

(En los textos el escritor a veces asuma la.primera persona, como si a él le sucediera todo lo que cuenta. A veces utiliza su nombre y a veces el de otro. Y a veces asume sus propias características físicas. Entonces el lector se confunde y asume que el personaje es la persona que escribe. Hasta que el lector se encuentra con un libro como Memorias de un perro, que está escrito en primera persona, y entonces queda claro este artificio de quién es el que cuenta).

6

"Desde el primer sábado me gustó su forma de ser, sin conocernos. Ni los nombres. Pero al siguiente sábado yo esperaba que por allí anduviera, de mirón como el sábado anterior, y nada. Así pasaron tres sábados hasta que al cuarto volvió a llegar. Y entró a las retas. Yo estaba en la reta que casi no salía. Así que le dije "no viniste durante tres sábados, Antonio". Ya me sabía su nombre porque lo había investigado. Y a él le pareció extraño, y me lo dijo. Y le mentí que había escuchado que así le dijeron. También te dicen "borrado". Y él se reía y me preguntó mi nombre. "Martha, me llamo Martha", le dije. Así estábamos platicando de manera cortada dentro del juego cuando nos tocaba estar cerca. "¿O te caigo mal?", me atreví a decirle para sacarle una respuesta. "Claro que no", me dijo. Y ya fue natural que al terminar de jugar, todos sudados, seguimos platicando y me acompañó a mi casa. Íbamos despacio, como no queriendo llegar, como deseando que el tiempo tardara más. Pudimos irnos en camión, pero no me dijo nada, y yo quería irme caminando".

7

El que escribe se arriesga. Pero decide desde el principio quién será el que va a contar los hechos. Sea el mismo escritor. Sea un personaje. O sea un narrador que se le llama omnisciente. Este último es fácil de distinguir, es el que cuando cuenta sabe hasta lo que están pensando los personajes que intervienen en la obra. Y asimismo va seleccionando los hechos, de tal manera que algunos son ficticios y otros son experiencias que sobre dicho tema el autor ha tenido.

8

"Yo tenía un novio en esos días. Pero noté la diferencia con el muchacho que se llamaba como usted, por eso me siento identificada con su texto, como una gran coincidencia, de que platicaba distinto, y estaba en la estudiantina de la rondalla de la escuela, me dijo, y le gustaba leer y me contaba de lo que estaba leyendo, y cuando hablaba había un brillo en sus ojos y su forma de reír, que corté con mi novio sin decirle "agua va". Y esperaba que llegaran los sábados para encontrarnos en la cancha. Claro que entre semana lo buscaba con la mirada desde  el segundo piso que estaba mi salón, desde donde se dominaba la cancha, la cooperativa y los demás salones que estaban en el otro edificio. Y lo veía. Y yo creo que él también me buscaba. Y a veces coincidían nuestra miradas y nos decíamos "hola" desde lejos.

9

Una vez cuando yo trabajaba en el diario La verdad del Sureste, donde publicaba textos de ficción, cuando una suscriptora envió una carta en la cual hacía mención de los textos leídos en el periódico, de mi autoría, y los relacionó, por lo parecido, con muchas cosas que a ella le habían sucedido en esa ocasión, dijo, que le gustaban mucho las clases de su maestro de redacción que evidentemente no era yo, porque yo nunca di clases en preparatoria.

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"Ya cuando me acompañó, todos sudados los dos, a mi casa, yo sentía mariposas en mi estómago por decirlo así. Era grato ir charlando de cualquier tema, y era muy ocurrente que me hacía reír mucho. Yo llegaba asombrada a mi casa a platicarle a mi mamá, y ella entre seria y meditabunda, me pidió que lo llevara a la casa para ver cómo se comportaba y detectar si tenía buenas intenciones o no. la ocasión se presentó en un convivio de cumpleaños no recuerdo si de una prima o hermana, el caso es que había fiesta en casa, solo de familiares, y lo invité, y él se sorprendió. Ya para eso nos tomábamos de la mano como jugando, y un sábado nos abrazamos como sin querer, y me pidió que fuera su novia. Yo le dije, déjame pensarlo. Y al lunes siguiente le dije que sí, con un abrazo fuerte que nos dimos, debió ser un beso, pero no nos atrevimos. Esa es parte de mi historia que de alguna manera coincide con el texto de usted, Don Antonio, otro día le sigo contando. Que tenga buen día.

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Qué decir, más que agradezco que me haya leído, y efectivamente lo que cuenta se parece lo que a mí me sucedió.




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