Una pava

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Hace semanas me regalaron una pava joven buchona (de buche grande). De buen ver para un futuro  caldo, pero le faltaban aún algunos kilos. Vaya el compromiso de acomodarle un lugar en el patio, hacerle su casita, e investigar de lo que comen. Me dije: en unos dos meses ya estará lista para una buena comida. En una tienda veterinaria ofrecieron purina para engorda y maíz quebrado. Opté por este último. La purina es de Monsanto. 

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Se acomodó facilmente al pequeño espacio de patio que tienen las casas de interés social (un reducido 4 por 1 metro), donde tengo algunas plantas. Se la pasaba feliz escuchando música fuerte de los vecinos, picando la tierra en busca de gusanos, picoteando mis bellas plantas y comiendo su maíz.

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En las mañanas se daba cuenta que yo andaba en la sala y me llamaba desde el patio para avisarme de su hambre. Y le ponía su comida y ella contenta. Aprendió a comer de postre plátano y papaya, y a picotear las cáscaras de mango. Y también saboreaba el arroz cocido con ostión. Ya para las dos semanas nos entendimos bien. De tal manera que aprendió a hacerme caso. Cuando yo estaba frente a ella se me quedaba viendo como agradecida. Y yo le decía "come, come, come" y empezaba a comer. "Toma, toma, toma", y metía el pico al recipiente con agua fresca y sorbía el agua.

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El caso es que la agarré de mascota. Válgame dios, yo que solo había tenido perros, y criticaba a los que tenían chimpancés, pulgas o cocodrilos de mascota, ahora me veía a mí mismo como ridículo por decir: "esa pava no se come, ya le tengo afecto".

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En Villahermosa hay restaurantes de solo pavo. De muchas maneras el platillo: sea en caldo, sancochado, en mole, en salpicón, etc. Y yo acudí muchas veces a ellos a saborear los suculentos guisos. Pero al ver a mi pava feliz y satisfecha me arrepiento de haber ido. Y juro que nunca más comeré pavo, ni en las nochebuenas, aunque mis familiares me vean raro, y me digan vegano, y yo al día siguiente en carne asada les demuestre que no lo soy.

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Ya estaba tan obsesionado con mi mascota, que andaba comprándole algún lazito y buscando nombres, que no fueran, por supuesto, de personas, por aquello de que alguien se ofende, aún que le pusiera de nombre Cleopatra o Queen Elizabeth. mejor algún nombre de animal, pero encuentro en internet nombres solo para gatos y perros, pero no para pavos.

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Lo de mascotas raras no me sorprende, pero no me imagino, si tuviera ranchito no criaría cerdos, aunque me gustan sus chuletas y el chicharrón con carne recién salido de freír. Una vez que hice un viaje por carretera de la frontera sur de EEUU a la frontera con Canadá en 1993, paré en un área de descanso, y vi una placa alusiva a que el Army de ese país tuvo de mascota un cochino (cerdo). Y aunque me parece increíble, sé que es cierto, porque luego investigué, y corroboré esa afirmación. Si yo tirara uno, seguro que no lo mato ni lo mando matar.

Y volviendo a la pava. Para mi sorpresa, empezó a poner huevos. Y nosotros, alegres y agradablemente sorprendidos. Ella buscaba el lugar más recóndito de ese pequeño patio, y sobretodo cuando no hubiera miradas indiscretas ni ruidos. Y ponía un hermoso huevo pinto, como son los de esa especie. Así hasta llegar a 11 bellos huevos. Me decían que podían ser de sombra. No sé qué es eso. pero investigué con quien me la regaló y me dijo que retozó divertida con dos pavos antes de que me la diera. Pero la pava, lamentablemente y para mi pesar, murió.

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Me habían dicho que yo era cruel porque el espacio era muy pequeño para ella. Que mejor la diera a alguien con patio más amplio, que pudiera estar en libertad y cuando tuviera que calentar los huevos para que nacieran pavitos, anduviera ya sin estrés y mucha confianza. 

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Impresionado por ese planteamiento, así le hice. Hubieron varias personas que se ofrecieron. La di en calidad de préstamo adopción provisional o algo así. El caso es que a las tres horas de su nuevo hogar, dobló el pico, y me avisaron. "Qué crees: la pava murió". Yo no lo podía creer. Pero así fue. Al parecer de golpe de calor. Fueron esos días de que la sensación térmica en Villahermosa andaba por los 49 grados centígrados.

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Y los once huevos quedaron huérfanos. En eso estaba en qué hacer, y me acordé que en secundaria, en la clase de biología I, el maestro Abrham Fon Báez, organizó al grupo para en equipos elaborar una incubadora de pollos, conseguir huevos de gallina fecundados y realizar el experimento de incubación. Los huevos los consiguieron los compañeros que vivían en rancho. Y otros conseguimos una caja de cartón, viruta y aserrín, y cooperamos para comprar un termómetro. Me acordé de todo ello hace 47 años en la secundaria federal 2 de Matamoros.

12 (Mañana termino esta historia)

 

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