Me gusta ver algunos deportes

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Me gusta ver algunos deportes. Principalmente atletismo y basquetbol. De vez en cuando futbol soccer, cuando juega la selección mexicana o la brasileña. Me gustaba antes ver el box, cuando Rubén Olivares, Mantequilla Nápoles, Mohamad Alí, y tantos otros de esas épocas. Y me gusta ver los combates de lucha olímpica y grecorromana. Pero el futbol americano no. Una porque no lo entiendo. Y la otra es por los encontronazos brutales que son la constante para los avances en este juego.

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Apenas ayer leí la noticia de que el ex jugador de futbol americano, Phillip Adams, en el cordado de York,  Carolina del Sur,  mató a mansalva a cinco personas el miércoles pasado. Entre ellos a su doctor de cabecera, la esposa y dos nietos, además de un empleado del galeno. Aparte el ex jugador se suicidó.

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Otro de los casos impactantes es el de Aaron Hernandez, portorriqueño, ofensivo de los Patriotas, de Nueva Inglaterra, participó en 2013, en el asesinato de Odin Lloyd, y fue condenado a cadena perpetua. En 2017 se colgó en una celda, dejando atrás una vida de triunfo deportivo; pero que en el futbol americano representa choques constantes en los cuerpo a cuerpo.

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CTE (en este caso no es el consejo técnico escolar), son las siglas de Encelopatia Traumática Crónica. Y refiere a las constantes sacudidas que recibe el cerebro de los jugadores, de futbol americano, tanto en los entrenamientos como en los juegos oficiales. Lo cual más temprano que tarde repercute en su salud, y los orilla, a muchos de ellos, a la locura, a la amnesia, ataques de ira, a la depresión y al suicidio.

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Mike Webster, quien jugaba para los Steelers de Pittsburg recibió tantos golpes, que terminó casi en la locura. En 2002 falleció por un supuesto paro cardiaco. Pero un estudio de su cerebro dio como resultado que el jugador habría recibido tantos golpes como el equivalente de ¡25 mil! accidentes leves de tráfico. A los 50 años tenía desequilibrios emocionales, ataques de ansiedad, de tal manera que la convivencia con él a nivel de familia y amigos se hizo más que imposible.

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Y así como ese muchos otros casos que el espacio no daría para consignarlos. Como el Navarro Bowman, de los 49 de San Francisco, quien en 20013 sufrió una serie de quebraduras en el juego. O el caso de James Hardy, de los Buffalo Bills, de Indiana, quien fue encontrado sin vida a las orillas Del Río Maumee en Estados Unidos.  O el de Fred Macneill, de los Vikingos, quien a los 60 años tenía problemas para recordar o de retener sus pensamientos, quien por su desesperación ante lo que le sucedía presentaba  síntomas de depresión e ira.

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Hay una película que trata sobre este deporte y las consecuencias de los choques permanentes de los jugadores. Se trata de un caso de la vida real. "La verdad duele" es el nombre de la película y es protagonizada por el actor Will Smith, quien hace el papel de un doctor africano inmigrante que realiza estudios a cerebros de jugadores fallecidos, y emite conclusiones desastrosas para el gran negocio del deporte espectáculo Futbol americano: Los constantes choques de los jugadores son sacudidas a los cerebros que les lleva a las lamentables consecuencias señaladas antes: problemas mentales y propensión al suicidio. 

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Omalu, que es el nombre del doctor, afincado en Pittsburg, Pensilvania, realizó la autopsia a Mike Iron Ewbster,estrella de los Steelers, y descubrió que el cerebro tenía cientos de pequeñas lesiones, lo cual llevó al jugador que tenía una "salud de hierro" a terminar sus días a los 50 años, con depresión, demencia y ruina económica, luego de haber ganado millones y millones de dólares.

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Asimismo Oamalu, el médico nigeriano, realizó estudios a los cerebros de otros jugadores como el de Terry Long, quien se suicidó ingiriendo anticongelante de auto a los 45 años, y el de Justin Strzelczyk, que se mató a los 36 años en un accidente de tráfico.

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La plataforma Netflix tiene la serie documental El asesino oculto: en la mente de Aaron Hernández,  y trata del final trágico de este jugador, y se basa en entrevistas a amigos, jugadores y testigos, quienes dan testimonio del  comportamiento agresivo de él, que finalmente tiene como consecuencia final la muerte de Odin Floyd y el suicidio de Aaron, ex estrella del futbol americano. 

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Vivimos en la sociedad del espectáculo. Y poco escapa a esa necesidad de vender y comprar. 



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