Martha

1

Se llamaba Martha. Estaba en primero y yo en tercero de la Normal. Alta, pelo rubio. Y jugaba basquetbol. Así que nos conocimos en la cancha, literalmente, un sábado en las mañanas, en esos estar viendo jugar las retas de tres, y de pronto te incluyen en una, y entras. Sudados, en un descanso hicimos plática. Y luego de las actividades la pasé a dejar a su casa. Nos fuimos caminando toda la calle sexta. Y la plática no recuerdo sobre qué temas fueron, pero qué importa. Vivía por el Centro de salud.

2

Un domingo en la mañana yo caminaba de un lado a otro en mi casa. Como león enjaulado. ¿Qué te pasa?, me preguntó mi padre. Y yo no quería decirle que había quedado de salir con Martha, y que no tenía dinero para invitarle ni un refresco. Finalmente se lo dije, y sin decir palabra sacó un billete de su bolsillo, y me lo dio. "No alcanza para mucho pero te lo doy de corazón", me dijo sonriendo. Yo lo tomé jubiloso y me acicalé para mi primera cita con ella, con Martha.

3

Eran de los noviazgos que son casi infantiles. Pareja de infantes grandes que despiertan en la adolescencia. Quizá hay presión de los que tienen novia o novio, y uno anda sin nadie, y se burlan. No sé. El caso es que habían pasado quizá un mes de que jugábamos los sábados basquetbol. Ella era alta, casi mis 1.75 centímetros, que para la estatura de mujer es alta, digo yo. Estábamos casi de la misma estatura. Pero ella sabía jugar basquetbol, estaba en la selección. Y yo solo botaba bruscamente la pelota y la lanzaba sin tino a la canasta. Pero con ella fui aprendiendo. Por eso cuando escucho Contigo aprendí, de Manzanero, mi mente se va a sus recuerdos. Sí, con ella aprendí mis primeros pasos y encestes en basquetbol. 

4

Y son noviazgos casi infantiles porque uno aunque en esa edad ya piense en sexo, no tenía idea, ni palabras de cómo llegar a una situación de intimidad (otros sí, claro). Así que fuimos novios de platicar, de ir caminando por la calle tomados de la mano. Y si acaso en la despedida abrazarnos y darnos un beso en la mejilla. Y ya cuando uno se retiraba, venían los pensamientos de avance, aunque sin saber, cómo, cuándo y sobretodo, dónde.

5

Nunca avanzamos en eso, nunca de los nunca. Me mandaba recados con dibujos de corazón. Yo le escribía textos tratándoselos que fueran como literarios, pero de seguro eran bobadas simples como tus ojos brillan como luceros, los labios de rubí, de rojo carmesí. O algo muy parecido. Claro, copiaba algunos versos de canciones de María Greever, o de Consuelo Velázquez.  Y cuando íbamos caminando le decía de memoria Nocturno a Rosario y algunos versos de Becquer, que para el caso de noviazgos y amores se prestan mucho.

6

Esa vez con los cien pesos que me dio mi padre fuimos a una nevería que estaba por la Colonia Jardín, con rocola para música ambiental. Íbamos dos parejas. Los otros, sí, pidiendo de todo. Y yo viendo los precios de la carta (ay, Dios, mi padre) para ver lo que me alcanzaba, y solo una limonada para cada quien, y yo le dije que no tenía ganas de otra cosa, pero lo que no tenía era dinero. Hacía frió adelantado en noviembre. Y por abajo nos tomábamos de la mano, sin que vieran los demás. Y ese era el mas lindo deleite, apretarnos y acariciarnos nuestras manos, mucho más lindo, que cualquier platillo de esa nevería, por más caro o sabroso que estuviera.

7

En la noche cuando llegué a casa, mi padre no me dijo nada más, que me preguntó su nombre. Martha, ella se llama Martha, le dije. "Es extraño y raro el destino, cuando yo tenía tu edad yo también tuve una novia que se llamaba Marta. Así, como tu novia".

8

El 13 de noviembre me dijo. "Sabes Toñito, no tengo dinero para regalarte algo, quisiera darte un perfume, una camisa, un libro, pero a mi papá le pagan hasta la quincena". "No te preocupes", le dije. Me abrazó fuerte tomó mi cara con sus dos suaves manos y me dio un beso dulce en los labios como por dos minutos. Me miró tiernamente a los ojos y me dijo: "este es tu regalo". "Mi mejor regalo", le contesté viajando en la imaginación en la relación de pareja juvenil. Y nos reímos. Y me siguió dando y yo recibiendo muchos regalos más ese día de mi cumpleaños. 

9

No creo que ella lea ahora esto que escribo en la nostalgia. La vida es un sueño. Solamente eso.



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