Catulo a Diógenes

Admiro tu gallardía y dignidad, señor, de pie frente al mercado y riendo: "nada necesito de ti, templo del lucro". Esa manera de mostrar seguridad ante el poder de decidir el sí o el no, al oro, cuando el poder te cerca como carnada en anzuelo, o escaño en el senado, o lugar en la corte: "sólo que te hagas a un lado, porque me quitas la luz del sol". Admiro de ti, señor, esa manera de sacrificar el terror por el destino a la vejez y el miedo a nada tener. Ha de ser difícil, según yo,  después de dormir en colchón de plumas de ganso, descansar en cama de piedra mirando las estrellas. Por eso os escribo, por eso de la admiración a su dignidad, sin ostentación. Por eso señor, por aguantar las burlas de la gente, con su lámpara prendida en pleno día por las calles de Roma (colonia Roma) , Y romper el destino anterior de mostrar ser el más sencillo, al ver un hombre tomar agua del río con las dos manos juntas, sin cacharro. Y en respuesta romper el cazo y hacer lo mismo.  "Pirado de la mente, loco, chiflado, demente", al decir de la gente, y las burlas en grupo, o a granel, humillantes, sofocantes.  Y usted con su dignidad de ir al frente y repetir una vez más, es que "busco el amor perenne, al hombre honrado, a la transparencia, a la carnada con anzuelo inocente". Y seguir como si nada, feliz, sonriente.

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