Dónde está el que dicta

De los azúcares, más bombón de chocolate. Grajeas. Y dónde está el que dicta. Es un decir para esconder los ritmos, pulsaciones, que mueven a escribir, sin ton ni son, a veces de resultado estropicios con palabras compuestas que todo dicen en sí mismas, pero juntas muestran señales para todas partes. La g (de gitana, pero no es gitana) vino a verme llorosa, apesadumbrada. Sueños de salón, dice, por la tarde. Y me dicta veinte versos desesperada.  Vino desde Tokio dice, sueña, con esos ojos verdes de la dicha, y baja la mirada, como nunca. Y me pide dictados distintos mientras escribo cartas comerciales, memorándums. precisiones por si acaso. Yo le miro de reojo para encontrar los laberintos de siempre que son como jugadas de ajedrez con jugador olvidadizo. El que dicta es ese a quien culpamos por decir lo que no queremos y olvidamos cuando el texto por sí solo se defiende. Catulo por ejemplo no se inmuta. desde Roma sabe por las noches incendiadas de Nerones, roja alfombra, faroles apagados, y busca entre las luces de neón a la que ama, quiere, extraña, sueña. Y despierta alucinado con textos nuevos para muestra de alguien que usa manos sin careta y dicta ensoñaciones, delirios, aspiraciones, suposiciones. Y rinde frutos la espera. Cuando nada de palabra hay el ni nunca se pone como freno.

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