La oscuridad

La oscuridad necesaria alterna con la luz. Aún con las historias cíclicas del gallo y su cantar matinal. Reverbera  pletórica de historias nocturnas, donde el amor y soledad no falta. Llena historias donde parpadea tenue la luz para hacer visible esa oscuridad. Y no siempre se refiere a la ausencia de luz física. Sino a los desórdenes interiores. Donde el sí es el tal vez o el no. Y viceversa. Donde la risa migra en el instante al gesto ceñudo y romper el papel o estrellar los platos de por medio en las paredes. Los tristemente platos rotos, si no los salva el posterior animal rupestre del amor en el suelo. Con aullidos y gemidos. La oscuridad es necesaria cuando es visible. Cuando nos subimos al techo de la casa y entre la densidad de lo oscuro miramos las estrellas con claridad. Y la luna donde siempre. Alteridad para celebrar con ojos cerrados la dicha de la imaginación, por donde transitas segura y plena con movimientos de ola.

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