Libros

Soy tuyo, dijo el libro. Y lo ignoramos un buen tiempo. Todo sea por la veneciana que intuye tormentos de futuro. Y solo silencio, la respuesta. Soñé anoche libros volando. Afuera truenos. Es medianoche para amanecer sábado. Por el regocijo de leer para Ícaro volar. Luego los regresaba burlón sin que se dieran cuenta. Alas de cera. Pero ya el brinco en suelo era tan parejo. Tuya, dijo la flor. Y al instante empezó su martirio al marchitarse. La montaña viene a mí, aluvión de versos. Y el reclamo por la espera. Libres libros para mirada triste. Tengo dos guardados en caja suerte para coja muerte. Y el reclamo por escribir en saltos al vacío, sin red. Dame cinco estrellas. Polvo reflejado en el espejo. Cada tarde hace el recuento de lo ganado o perdido. Pero lo bailado, dice con la mirada.  

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