Me encantan las fotos de viaje

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Me encanta ver las fotografías que toman las y los amigos que viajan. Trato siempre de hacérselos saber mediante una manita con el pulgar hacía arriba o un corazón rojo. A veces van en auto, camión o avión. Y van por nuestros estados u otros países. Y miro los paisajes, los grandes edificios, sus rostros alegres y los de  quienes les acompañan. Es una maravilla ver la alegría en ellos y ellas, y esa alegría la siento como propia. 

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Pocas veces son lugares que conozco. Yo he viajado poco. Pero en esos pocos lugares me gustaría decirles "ve a esta parte", o "ve a esta otra". Pero al momento me arrepiento. Porque me imagino que me dijeran a mí lo mismo, y realmente uno tiene sus propios gustos y referencias de ir a un lugar a otro, y ver una u otra cosa, o comer algo especial. Somos particulares en eso, de acuerdo a lo que hemos vivido. Y queremos llevarnos un tipo de experiencias, que no todos quieren lo mismo.

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Me pasa muy a menudo que me recomiendan un libro o una película. Las primeras veces lo hacía, siguiendo dichas recomendaciones. Y acababa deshecho dedicándole horas por cumplir con esa recomendación. Y al final o no me gustaba. Y por lo tanto cambiaba de opinión buena sobre gustos que tenía esa persona recomendadora.

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Claro que me da pena encontrarme luego a esa persona que me ha recomendado tal o cual cosa, y me preguntan "¿Ya la viste?", "¿Ya la leíste?". Y me sentía abrumado al no querer decirle que no. E inmediatamente les decía que ya lo voy hacer. Y los anotaba como pendientes: "Leer el libro tal, recomendación de tal. Lo mismo con las películas.

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Tengo un amigo que escribió una novela como de mil páginas. Cuando se la publicaron en Cultura del Estado de México, me la obsequió. Y yo agradecido. No me imaginaba que a la semana al encontrármelo, me preguntó "Qué me había parecido". Y yo apenado: "No la he leído". Y así varias veces en el transcurso de un año. Hasta que me atreví a decirle: "Oye, cuando me la regalaste no me dijiste que tenía la obligación de leerla, si no no te la acepto". "Qué cabrón eres", me respondió. Ya de allí no me pregunta.

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Entonces ahora lo que hago, porque me he dado cuenta que decir la verdad incomoda, no peca. i es película, busco la sinopsis y los datos básicos de su ficha, me los aprendo. Y ya estoy listo para decir: "sí, "ya la vi, está estupenda, es maravillosa, fuera de serie". Lo mismo con los libros, la sinopsis y listo. Y así queda todo arreglado.

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Pero claro que no siempre es así. Porque uno conoce a las personas, y uno, a través de los años ha ido haciendo su círculo más estrecho, con pocos y pocas amigas, de quienes está garantizado lo que recomienden. De ellos sí leo los libros y veo las películas o documentales que me recomiendan. 

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Me encanta ver las fotos de los viajeros amigos y amigas. Atardeceres naranjas, playas con arena blanca o o con chapapote, museos modernos y antiguos, esculturas, calles concurridas o vacías, artesanías, murallas, pirámides, cenotes maravillosos, discotecas, etc. Una maravilla su alegría tanto en lugares nacionales como internacionales. Les escribo una nota: mira mucho, y toma muchas fotos, para que yo al verlas sienta como que también ando viajando. Recuerda que mi mirada va en la tuya. Así les escribo. 

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Es maravilloso mirar calles de otras ciudades y países, rostros de personas iguales o distintas a nosotros. Y con su risa, respeto y hospitalidad maravillosos. Es grato probar otras comidas, entrar a bibliotecas, mercados, librerías y cantinas de otras partes del mundo. Escuchar cómo se oyen los sonidos de otros idiomas. Hay que hacerlo en lo posible, si cuando nos toque irnos, nada hemos de llevarnos. Cuando menos que nuestra estancia sea de mucha experiencia e imágenes. Para ello habría que leer el poema Itaca, donde detalla que lo que importa en la vida es el trayecto, con sus pequeños detalles.

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A veces me da por recorrer mi colonia, el pueblo o la ciudad en la que vivo. 

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