Los amorosos libros de viejo

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Los libros viejos tienen una atracción especial. Claro, los nuevos ni se diga. Pero los viejos, los que han pasado por distintas manos y habitado en distintos Los amorosos libros de viejo 


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Los libros viejos tienen una atracción especial. Claro, los nuevos ni se diga. Pero los viejos, los que han pasado por distintas manos y habitado en distintos hogares, son muy diferentes aunque en el fondo son iguales.


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Los de viejo son héroes de tantas batallas. Han estado en habitaciones de casas pobres, arrabales o suburbios, han quedado en descanso en muebles nuevos o con polvo y hasta con polilla, peligrando sobremanera. Han recibido lágrimas de angustia al ser leídos, y han escuchado sonoras carcajadas. Y escuchado asimismo expresiones tipo: "¿cómo fue a escribir tan bien este escritor?". O "esto que leo es tan fácil de escribir que hasta yo lo pude haber escrito". Estas expresiones son producto de la trampa que tienen los escritores que escriben con facilidad y sencillez solo aparentes.


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Joyas verdaderas  encuentra uno, solo hay que saber buscar, tener el ojo clínico desarrollado, y el olfato en alto grado, la intuición, corazonada, etc. De pronto está ante ti una primera edición, o un libro con erratas de algún famoso, o un Pedro Páramo publicado en chino mandarín o sánscrito. Todo puede ser posible en ese mar de posibilidades.


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Yo quisiera encontrar libros de la colección Biblioteca personal, de Jorge Luis Borges. Son los que el seleccionó y prologó de manera brillante. Cada vez que me detengo con un librero de viejo le pregunto antes de pasar la mirada por toda la variedad que tiene. "¿De cuáles busca?" "De literatura, algo de Editorial Progreso, o los de Borges de la colección Biblioteca personal". 


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He llegado muchas veces, por años, a las "pulgas" (mercado de usado) de Brownsville Texas y alrededores. Y aparte de señalar que ya no son como antes, me asomo a los puestos que tienen libros viejos. Y allí ando, buscando como loco algún título o autor que considere propicio para comprarlo. Un dólar o hasta tres, es su precio. De los que he comprado allí Movimiento perpetuo, de Augusto Monterroso, con la firma de él y sello de la biblioteca local. Otro es una enciclopedia en tres tomos sobre fotografía. Y una edición en inglés de Hojas de hierba, de Walt Whitman.


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Hay libros que uno busca. Y hay libros que parece que te buscan, como un romance soñado. Y se da el encuentro ritual. Te guiña. "No lo (la) conozco", dices. Lo tomas. Hojeas. Lees el primer párrafo. Y aunque no hayas escuchado el nombre del autor o la autora de sus días, lo adquieres (feo decir lo -la- compras). Ahora es más fácil indagar a través del internet quién es dicho autor. Así compré en Villahermosa las Cartas de La Rue Tailbot, del californiano de origen  armenio William Saroyan. En mi vida nunca había escuchado hablar de él. Y también el Hambre, del noruego premio Nobel, Knut Hamsum.


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Los escritores cuando mueren dejan sus libros. Si son famosos, los venden antes a las bibliotecas estadounidenses, que pagan más. ¡En vida, papá! Si alguno de sus descendientes son escritores, o de perdida, lectores, sabrán qué hacer con ellos. Mínimo venderlos bien. Pero los libros que dejan los perfectos desconocidos, esos se regalan o revenden por kilo, y más si sus hijos u otros descendientes no son lectores.


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"¿Qué vas a hacer con tus libros?", me pregunta una amiga mía. Son como quinientos. Los he de vender antes de morir, no después. Pero si me agarra la muerte de sorpresa, entonces que sean repartidos entre muchachos y muchachas de bajas calificaciones y a mujeres embarazadas, solo con el compromiso de leerlos. 


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Los mejores libros de viejo han de ser los libros que son leídos por parejas desnudas luego de hacer el amor, o los que leen los viejos en los parques las tardes de otoño, y les hacen reír y recordar  escena de su vida donde ellos fueron los protagonistas principales de hechos y sucesos que les dieron bastante alegría y felicidad.


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Epigramas de Marcial, Catulo y de Ernesto Cardenal; Cancionero de Joan manuel Serrat, Recuento de poemas de Jaime Sabines y Álgebra, de Baldor, son los libros de viejo que donde los vean, cómprenlos o avísenme. Los he olvidado en muchos lugares.  


*Fotos de mis libros. A excepción de la de librería de libros viejos, tomada de internet. 

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