Las palabras (te quiero... decir una cosa)

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Me dicen que hoy es el Día internacional de las palabras. Sí, hoy 23 de noviembre. No lo sabía, pero lo celebro. Esto de fijar un día debe ser arbitrario. Si no, no se entenderían tantas celebraciones: que de la hamburguesa, del taco, de la cerveza, de la música, de la poesía y etcétera. Pero hagamos uso de ellas y celebremos su día.

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La palabra es material para entender a las personas y hacerles un diagnóstico. "Diga veinte palabras sin detenerse". Y la persona empieza a decir veinte exactas palabras sin ton, ni son, y menos relación. Pero el profesional del sicoanálisis va siguiendo la ruta y luego revisa en su memoria alguna teoría, mas algo que le agrega de acuerdo a su experiencia y dicta diagnóstico: "usted es profesor de escuela y está abatido por el tanto burocratismo a lo que está sometida la enseñanza".

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O "usted está ansioso por encontrar motivos suficientes que le justifiquen sus mañanas de hastío, y entonces busca qué hacer frente a una computadora o sale a caminar solamente para cerciorarse que realmente existe y no es ningún fantasma que le atormenta con burlas sobre el ser y no estar". Salgo y saludo. Nadie me contesta. O me contestan como si fuera otro. Y es cuando me preocupo y acudo a mi sicóloga de cabecera, en el mejor sentido de la palabra (así como se dice médico de cabecera).

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Lo anterior por las palabras que aparentemente uno dice de manera desconectada, pero tienen sin duda un hilo conductor, mediante lo cual se detecta fobias, filias, manías, obsesiones, etc.

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Aquí van las mías: “guayaba, crepúsculo, luna, guitarra, frontera, libro, pato, teléfono, iracundo, flor, música, poema, paraíso, andén, Serrat, hastío, amor, sonrisa, guiño, dolor. “

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El ser humano trae su propio código genético. Sea cual fuera este, de acuerdo a sus antecedentes familiares. Si es hijo de personas que no tuvieron instrucción escolar o de personas que son profesionistas, y/o lectores, entonces las palabras que oirán en casa serán reducidas o amplias de acuerdo al vocabulario de sus padres. Y precisamente la escuela formal, la de profesores y aulas, con libros y patios, puede reducir la brecha del determinismo familiar. Y mucho mejor si sus maestros son motivadores de lecturas. El niño los escucha y se maravilla con la habilidad verbal de su profesor o profesora. Y por motivación va aprendiendo nuevas palabras. Y sobretodo: nuevas imágenes.

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Dos personas van caminando por una calle. Amigos o novios. Su plática va determinada por lo que han visto y leído. Su limitación en todo caso ofrece un panorama de vacío de pocas palabras, de monosílabos, de frases cortas, con poca o nula imaginación. Su variedad depende de su capacidad lingüística determinada por su entorno favorable o desfavorable.

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Las palabras construyen y destruyen. Son arma vigorosa, y son cemento que une y edifica. Las palabras de calumnia destruyen una persona, una relación. Y otras palabras hacen reír y motivan. Cada palabra tiene su `propio fin, depende del afán de quien la pronuncia. Las palabras son paz y tranquilidad o conflicto y pleito.

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"Preñadas", dice el maestro Antonio Rivas, "así son las palabras". Nosotros nos quedamos escuchándolo. Y nos lo explica: "Cada palabra viene cargada de muchos componentes tanto geográficos, como sociológicos, políticos, ideológicos, culturales, etc. Por eso es que en el momento en que un grupo escucha una palabra, inmediatamente cada quien se forma una imagen completamente distinta de su significado. Coinciden en lo general, pero cada quien le agrega o le quita parte de acuerdo a su experiencia".

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Yo me acordé cuando en mi primer día de clases en una ranchería de Jalpa, Tabasco, le pedí a un alumno que fuera a la tienda y me trajera una "soda". Y el alumno, raudo, fue y vino trayéndome un paquete de galletas "Soda". Y yo lo que quería era un refresco embotellado.  

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Te quiero… decir una cosa: las palabras amorosas construyen ambientes de paz y armonía y son, por tanto, un tema aparte.




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