Los mitos y modelos en la educación

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Una vez estaba yo comiendo en la cafetería de la dependencia de Educación donde trabajaba. Se acercó a mi mesa un maestro de Jonuta, Tabasco. Y le invité a sentarse. ¿No le molesta?, me preguntó comprensivo. "No, si me molestara no comería aquí", le aclaré. Y nos pusimos a platicar con el tema de los mitos. Me dijo que para él era importante que los maestros aprendieran los mitos griegos, y en general todos los mitos fundacionales de las diversas culturas del mundo.

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Y me contó uno: "un muchacho flaco en Atenas, que decía a todo mundo que él  de más grande iba, a ser atleta olímpico. Y todos al verlo se reían de él, al ver la estructura de su cuerpo: en extremo flaco, desgarbado. Solo que este muchacho sabía lo que estaba diciendo, e ideó cómo lograrlo. Tenía un becerro pequeño. Y cada mañana lo cargaba en sus hombros y así iba a su lugar de trabajo. Y al final de la jornada regresaba a su casa con el inocente animalito cargado igual. Y así pasaron semanas y meses. Al año el becerro era un novillo. Y él ya estaba fuerte. Otro meses más y cargaba ya un torete. Luego un toro. Así que su cuerpo también se había desarrollado con musculatura sobresaliente. Así salió a las competencias de box en el estadio donde se celebraban las olimpiadas. Dejó fuera al toro. Enfrentó a los rivales y ganó a todos. Fue campeón.

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Yo coincidí con él, y aprovechando mi turno, le conté la alegoría de la caverna, de Platón. Los seres humanos viven en una caverna, de espaldas a la entrada. Entonces lo que proyectan en las paredes son las sombras. Y para ellos ese es el mundo real. Solo que uno de ellos se atreve, y va hacia la entrada de dicha caverna, sale y encuentra la luz, lo que es el mundo verdadero. Regresa alborozado para contarles a sus compañeros del interior de la caverna y nadie le hace caso, lo tildan de loco, desquiciado.

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Hace días estaba yo en una plática con amigos. Y por alguna razón coincidimos algunos radicados en Tabasco, originarios de varios estados. Salió el tema del destino. Y cómo no lo eludimos, y menos lo burlamos. Entonces de manera normal platiqué de la tragedia griega Edipo,  de Sófocles. El niño que al nacer, sus padres, reyes, consultan con el oráculo de Delfos, donde el pitoniso adivinador dice sobre el destino del niño: "De grande matará a su padre y cohabitará con su madre". Horrorizados sus padres deciden enviarlo a la montaña para que allí sea abandonado y comido por los animales nocturnos o diurnos. Para ello llaman al sirviente más confiable y de buen corazón.

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Este lo lleva a lo alto de la montaña, pero se conduele del niño, y lo regala a una pareja que vivía en lo alto, y que no tenía hijos. Doble favor hizo, pero fue instrumento del destino. Veinte años después el rey va en su carruaje por un estrecho sendero donde solo cabe un vehículo. Y a la mitad se encuentra de frente con otro carruaje, este conducido por un joven. Ninguno se quiere regresar, uno por rey, otro por la fogocidad del joven. Y se enfrentan. El joven mata al viejo.

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Y la tradición es que quien mata al rey, automáticamente asume todas las funciones del muerto. En este caso se convierte en rey y esposo de la reina viuda. Al paso de los meses y años, ella descubre en su pareja un lunar en el pie, y recuerda el mismo lunar en el mismo lugar del niño aquel que fue enviado a segura muerte a lo alto de la montaña. Le entra la duda. Manda llamar al sirviente, ya viejo y jubilado. Y este le confiesa con rubor que lo dio a una pareja de la montaña, que casualmente coinciden sus nombres con los nombres de los padres de Edipo. Esta mujer, al estar cierta lo que está viviendo, cohabitando con su hijo, se entierra una espada en el corazón. A los gritos por la tragedia, acude Edipo, ve la escena, le explican por qué, y horrorizado, igual, se saca los ojos.

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Y más tragedias así con el mismo Sófocles, con Eurípides y con Esquilo. Pero además con historias distintas e interesantes con todos los dioses y semidioses de la mitología griega y romana. 

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Dicen que Sócrates, ya condenado a muerte acusado de agitar a la juventud, es visitado en la cárcel por un grupo de alumnos. Uno de ellos le dice: "maestro, lo que más me duele es verlo morir siendo inocente". A lo que el estagirita le responde: "¿Acaso preferirías verme morir siendo  culpable?"

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Recuerdo bien la voz de mi maestro de secundaria, Filemón Salazar, al contarnos, desde su estatura de gigante, tanto física como de excelente maestro, el mito que se utiliza para explicar el origen a la ciudad de Roma, con los gemelos Rómulo y Remo siendo amamantados por una loba.

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Y las tantas anécdotas sobre el griego Diógenes, el "Cínico", quien vivía a la intemperie. Y era la más sencillo entre los simples. Dicen que caminaba de día por las calles de Atenas con una lámpara encendida. Y a las preguntas de por qué, su respuesta era: "porque ando buscando hombres honrados".

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Coincido completamente con el maestro de Jonuta que me hizo la reflexión sobre la importancia de los mitos en la enseñanza. Yo le agrego a ello, los modelos de personas cuya vida ha sido ejemplo de lucha  honradez y visión para un mejor destino humano. 

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