Cosillas por allí

 

Siempre que me levanto pregunto si ya pasaron los de la basura. He de corregirme. "Quizá los que recogen la basura". No "los de la basura". Porque en todo caso son los "trabajadores de la limpieza". Los de la basura soy yo y los demás que la acumulamos durante el día, para tirarla al día siguiente.

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Y hay todavía quienes la sacan tiempo después que pasaron los señores que la recogen. Por eso debería haber un letrero para los perros y gatos que lo diga: "No tirar ni regar la basura, por favor". Porque eso es lo que sucede. Sacar la basura luego de que pasaron los señores de la limpieza, hace que quede expuesta varias horas, las suficientes para que los animalitos busquen algo para comer.

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Cambiando de tema. Es muy común que cuando los niños reciben los libros de texto gratuitos, los llevan gustosos a sus casas. La madre, padre o tutor ya están listos con el material listos para forrarlos. Solo que... muchos los forran con papel opaco, de tal manera quedan ocultas las maravillosas portadas que diseñaron los artistas. Todas ellas muy bellas, bien imaginadas, bien logradas. Muchas de ellas con reproducciones de cuadros de artistas famosos. Pero quedan sepultadas bajo el forro. Lo correcto es ponerles forros transparentes.

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El amor, dicen, aseguran, huye al que lo busca. Y se detiene donde no lo esperan. Dicen también que aparece de sorpresa donde menos se lo espera. A veces en una parada de autobuses, estación de tren o aeropuerto. En una asamblea general de gestores u obreros. En la oficina donde reclamamos abandono por parte de algunas autoridades. No se sabe dónde, ni cuando. Solo sucede, sin más. No ayer. Ni mañana. Cualquier día en un hoy no imaginado.

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¿Para qué sirve la poesía y para qué, la filosofía? A veces algunos se avientan estas preguntas, evidenciando falta de pericia en el manejo de sus intenciones y emociones. Como que haya quien lo escuche y luego no lo quiera volver a escuchar. Si filosofar es pensar, es como si nos preguntáramos para qué sirve pensar. Y si así es la pregunta, mejor no se evidencie. Es feo que nos miren y traten con conmiseración.

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Tomar un café es oportunidad para reflexionar e intercambiar ideas. Reír, sin duda. A veces se toma el café con personas con las cuales tenemos mucha confianza. Y entonces la plática fluye de manera fácil. Y se da el caso que aún pueden estar en silencio sentirse contentos. Uno quizá tome un apunte. Haga algunos trazos. O le venga un verso y lo escribe. Es raro que los dos estén leyendo un libro. Luego vuelven a la plática interminable.

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El otro caso es de quienes se toman el café por primera vez. Hay magia de la curiosidad e incertidumbre. A veces temor por quedar mal. Y a veces intentando quedar bien a la fuerza. Lo importante es la plática natural. Y hacerse reír con lo que se dice. Claro, depende del objetivo de tomarse el café. Debe haber algunos consejos de cuando se toma el café por primera vez. Y si no los hay, entonces empezar a escribirlos. Ser natural en la charla. Sin poses. Ni tratar de aparentar lo que no se es.  Limpio, siempre.

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Yo me había caído. Fueron días con neblina. Y el rencor quería entrar en mí, pero lo atajaba. Caído, intentaba dormir, y no. Vagaban mis pensamientos, burlones, aleteando. Hasta que busqué y encontré en la música hombro para respaldo. Y precisamente fueron las notas certeras de Claude Debussy para mi oído inquieto, insomne, bálsamo. Y entonces a los dos días me levanté y fue otra mi mirada y latir del corazón. Y era Claro de luna.


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El ave estaba allí, entre el laberinto de cables de la luz y del internet. Cantaba. Yo me puse a escucharlo atentamente. Solamente eso.

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