Cartas

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Hace cinco días a la fecha he estado escribiendo cartas. Lo seguiré haciendo mientras tenga vida. Es un viejo proyecto que tenía y que apenas he empezado. En otras ocasiones escribí alguna. Y en otros momentos de mi vida he escrito varias. Pero solo ahora lo hago de manera disciplinada. Una o dos a diario. 

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El género epistolar siempre me ha gustado. De manera natural por su uso en mi adolescencia y algunos años avanzada mi mayoría de edad. Me llama la atención esa manera tan directa que tiene de decirle, de comentarle cosas a una persona. Y hacerlo en la confianza de la confidencialidad. Y de transmitir un sentir personal del momento en que se escribe la carta. generalmente sea de alegrías, y en ocasiones alguna noticia de tropiezos y caídas, como es natural nos suceda en la vida.

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Ahora por ejemplo cada 12 de noviembre, Día del cartero, evoco esa figura laboral de la comunicación. Y la evoco con la nostalgia correspondiente. ¡Cómo ha cambiado todo! Escribo destacando que ahora los carteros, en estos tiempos, solo lleva cartas del comercio y los bancos, donde nos cobran, nos ofrecen maravillas de descuentos, y nos ofrecen el paraíso en la tierra mediante compras a plazos atractivos. Muera ahora y viva en veinticuatro mensualidades. O algo así.

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Yo tomabién escribí cartas de amor ridículas (así lo dice Pessoa), porque todas las cartas de amor son ridículas. Textillos almibarados donde la eternidad del amor se hacía presente en las palabras. Y escribí también cartas al mar, con la esperanza de que alguien la recogiera cuando el mar la regresara a otra playa lejana. Y tuve novia que me escribía cartas donde me juraba amor eterno, que duró lo que ese tipo de relación dura. Lo justo y suficiente, dejando los mejores recuerdos.

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Tengo, claro la intención de que el escribir cartas sea a la vez ejercicio, como un testimonio de mi cariño y reconocimiento a muchas personas. Ojalá que el tiempo de vida me dé para escribir a todas las personas a las que quiero escribirle una carta, y que sobrepase en coincidencia a las personas que la esperan. Es decir que si alguien espera que le escriba una de estas cartas, yo la escriba. Aunque también se dé la situación que alguien no espere y no la escriba o sí. Creo que ya me enredé. Y también se vale, cabe la posibilidad, de que alguien me diga inbox: no me olvide en su lista de destinatario de sus cartas.

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Un buen día andaba yo curioseando en una librería de viejo, y me encontré un libro revelador, integrado por cartas. Su autor es el armenio William Saroyan: "Cartas desde la Rue Talsbot". Empecé a leer la primera misiva, creo era Carta a Dios. Y a partir de allí no dejé de leerlo. A su padre, madre, maestra, vendedor de periódicos, y tantas otras. Un libro magnífico, no porque sea de cartas, lo aclaro, sino por el estilo y al creatividad de su autor. Creo es de la Editorial Brugera. 

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Y hay varios libros donde se ha utilizado el género epistolar como estructura del contenido. Entre ellos menciono de los más conocidos: Cartas a un joven poeta, de Rainer María Rilke; Cartas escogidas, de William Faukner; Lady Susan, de Jane Austen; Cartas persas, de Montesquieu; Cartas desde Dinamarca, de Isak Dinisen; Cartas a Eva Haldimann, de Imre Kértesz; Cartas de verano, de Marina Tsvietáieva, Boris Pasternak y Raimer maría Rilke. Y tantos otros que podemos encontrar en el mercado librero. 

8

Yo recibí cartas que guardé un tiempo, y luego se las llevó la inundación. Y quisiera tener una carta de las que mi padre dictaba a mis hermanos mayores, y que eran para sus hermanas y hermanos de Guanajuato.  O las que él recibía. Me encantaba leerlas y releerlas. Esas ya no están. El tiempo se las comió. Como también se llevó a casi todos mis tíos y tías. Salvo mi tío Esteban y una tía de cuyo nombre en este momento no recuerdo, pero es la mamá de Lourdes y Virginia, de León, Guanajuato.

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Ese es uno de mis proyectos de mi presente y futuro de escribir. Las iré subiendo por esta vía. Serán escritas para ser publicadas. Y habrá otras que escribiré y no publicaré, pero esa ya es otra historia.


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