De Cartas (a Joel Zuñiga)

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Estimado Joel Zúñiga

 

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Mi amigo, mi hermano, aquí comunicándome en esta ahora extraña vía de las cartas, epístolas, se les llama formalmente como género literario. La escribo con mucha nostalgia, pero con mucho más cariño y  estimación a tu persona, uno de los pocos amigos. Ya sabes que ahora nuestros carteros sólo entregan cartas de la banca y del comercio. Y eso lo escribo cada 12 de noviembre, Día del Cartero. 

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Te comento que me dió mucho gusto coincidir contigo y con todos los amigos de la Planilla Verde, en la Normal Mainero, que fue y es nuestra Alma Mater. Cada uno con sus cualidades, nobles todos, solidarios y alegres. Pero tú eras siempre notable por tu voz en las participaciones en las reuniones. Y por tus participaciones en los concursos de oratoria y declamación. 

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Que lo he dicho en otras partes: dichos concursos fueron asimismo nuestra escuela, tanto en literatura por conocer diversos poetas, como en construcción de textos (por lo de oratoria) y teatro por la interpretación que ustedes, los declamadores, hacían de los poemas, y lo siguen haciendo.

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Mi admiración siempre ha sido a ustedes, los hombres de la palabra y la memoria prodigiosa, que les permite aprenderse poemas de decenas y decenas de versos.

Oye, recuerdo cuando los del Rotario, de quienes yo estaba becado, me asignaron para decir unas palabras de agradecimiento a nombre de todos los becados en la reunión anual que ellos tenían.

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Y te busqué para que me asesoraras a construir mi pieza de oratoria, y estabas como siempre disponible y de buen humor para ayudar, y  me diste la cita de Martí: "hacer es la mejor forma de decir", y ustedes distinguidos miembros del club Rotario, así lo están haciendo, y etcétera, que al día siguiente del evento me dio una foto en el periódico El Bravo, la cual guardo con mucho aprecio.

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Fíjate Joel que tú siempre has sido motor de conciencias y alegría por tu carácter jovial. Te cuento que mi madre y mis hermanos, Mariano ( +) y Chencho se alegraban cuando llegabas, un tanto por tu disponibilidad a ayudar de manera solidaria en los trabajos, y más por tu manera de platicar que hasta las piedras ríen, y logras que los corazones helados generen tibieza.

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Uno de mis cuentos, el de las Aventuras de Don Remigio, que publiqué por 1989, está inspirado en tus pláticas anecdóticas de cuando estuviste trabajando en un municipio de Tamaulipas con un presidente municipal. Y con todas las anécdotas que cuentas y nos contamos, seguramente haríamos un libro colectivo.

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Yo me sentía orgulloso de caminar con ustedes cuando estudiantes, con nuestro saco militar que usábamos en invierno, verde oliva o azul marino, de la Army americana. Caminábamos gallardos por las calles y callejones polvorientos de mi colonia la Treviño Zapata. Y los vecinos nos miraban admirados. Y mucho más cuando ellos pasaban por mi casa esas tardes de fines de semana cuando te escuchaban practicar tu verbo en la oratoria para los concursos, que se escuchaba a dos, tres casas a la redonda de la mía.

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Yo escuché por primer vez a los poetas Pablo Neruda y a León Felipe por tus participaciones en los concursos de declamación. Yo lo que aprendí de oratoria, fue por estar con ustedes en los ensayos, aplicando la máxima popular de “quien con lobos se junta, a aullar aprende”. 

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Por eso siempre que como maestro de telesecundaria me tocaba preparar y asesorar a los alumnos en los concursos de oratoria, lo hice siempre recordando esas veces en que estve en los ensayos tuyos y en los concursos donde participaban tantos amigos y compañros, y donde tú, Óscar y Celso Reyes obtenian siempre los primeros lugares.

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Ciertmente nos hemos visto poco desde que egresamos, Joel. Bien dice Jorge Luis Borges que la a la amistad no le urge presencia, como al amor. Así que aún cuando pasan muchos años, y nos volvemos a encontrar, la plática parece que continúa a como la dejamos, aunque de manera natural repetimos las mismas anécdotas, siempre con el cariño de encontrarnos, jubilosos, celebrando la amistad, y la alegría de haber coincidido en la vida.

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Eres gande Joel. Gracias por convocarnos, y gracias por motivarnos a hacer cosas de provecho en nuestra vida, para darle sentido a este paso nuestro, efímero y fugaz, por la existencia.

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Felicitándote por tu libro “MI aportación”, te mando un fuerte abrazo, despidiéndome (porque la hoja de papel ya casi se me acaba) como lo hacía mi padre cuando le dictaba a mis hermanos mayores las cartas a sus hermanos y hermanas de Guanajuato, “mejor verte que escribirte”.

De Antonio.

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