La amistad

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Hoy por la tarde nos reuniremos en Matamoros un grupo de amigos de la escuela Normal, quienes la estudiamos a finales de los 70s. Todos nosotros, con estimación fuerte y coincidiendo en el inmenso cariño y estimación a Óscar Eligio Villanueva Gutiérrez, que este año falleció. Perdón por no utilizar el eufemismo de "habita otro plano", que siendo correcta la expresión, no da el ancho para dar nuestro sentir sobre su desaparición física.

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Nos reunimos porque bien nos hace en salud emocional el vernos de nuevo, reír juntos, compartir el pan y los refrescos y sacar de nuevo las tantas anécdotas qué vompartimos.

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Por la edad, seguro que saldrán temas de salud, de seguro habrá poemas y canciones. Y la tanta historia qué nos hermana.

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Este año que nos está dejando, nos deja la impronta de Óscar, a quien tres semanas antes de su muerte lo visitamos.  Y nos saludamos luego de varios años de no vernos. En mi caso como 40 años. Otros menos. Y algunos lo siguieron frecuentando por la cercanía geográfica.

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Hoy es buen día. Será una tarde como de película. Trataré de guardar, retener y fijar  en mi memoria el tono y varios momentos de esta reunión. Para guardarlos en mi corazón Y alma. 

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Óscar fue nuestro maestro y fraterno guía. Donde ande su alma, habrá de reir satisfecho de ver o sentir que su siembra de amistad sigue dando frutos. En cada abrazo y apretón de manos que nos demos, su alma lo tegistrará como vibración. Y para nosotros será vitamina. Perdón esta mi manera de decirlo. 

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Yo vengo en trayecto por carretera. Noche de hotel en Altamira, a 6 horas de distancia de Matamoros, lugar de la reunión. Ya la mayoría están allí, según leo en el grupo de comunicación qué tenemos. 

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Yo llevo mi guitarra, que me acompaña a donde sea. Por si se ofrece. Y me aprendí la mitad de la canción "Cuando un amigo... se va queda un espacio vacío, que no lo puede llenar la llegada de otro amigo". 

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Hoy por la tarde daremos cuenta con la reunión qué si algo vale la pena en la vida, que es de por sí está efímera y fugaz, es la amistad y el amor, y ya con estos dos sentimientos nos damos por bien servidos y por tanto vale la alegría (no la pena) vivir.

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En memoria de Óscar Eligio, el gran Feroz.