De Cartas (a Juany Kunhagel)

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Hola, estimada Juany

Me dirijo a ti en doble nostaliga. Una por la forma de hacerlo, que es mediante cartas, esa costumbre ya olvidada, y otra por el tiempo ido de aquellos venturosos años de nuestros estudios en la Escuela Normal Mainero, donde forjamos esta amistad indisoluble. Yo soy de los que me emocionaba al escuchar a lo lejos el silbato del cartero, con la esperanza que al acercarse se detuviera frente a mi casa para dejar carta de amigas, amigos o novia. Muchas veces no se detenía, y a veces sí, en estos casos yo saltaba de emoción y a leer palabras a palabra el mensaje bajo un pino canadiense que había en el patio de mi casa.

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Ya ves, yo me vine hacia Tabasco. Y tú te fuiste hacia el Estado de México. De allí ya no supe de ti. Vagamente alguien me decía que andabas por allá. Y en esos primeros años aproveché una visita que hice a Matamoros, para una o dos veces ir a tu casa, a saludar a tu mami, papi y hermana, porque tú no estabas, y me daban algunos pormenores, y yo dejarte un saludo que te dieran cuando te hablaran por teléfono o tú llegaras. El caso es que ya no nos vimos. 

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Y pasaron los años. Y en ese tiempo cada uno hicimos nuestra vida tanto profesional y familiar, con las vicisitudes propias de dichos empeños por alcanzar logros en lo laboral y de unidad familiar. Y yo siempre recordando en gratitud a tu familia siempre generosa, siempre muy atenta para con tus amigos y amigas. Y eso lo constatábamos tanto en las fiestas de grupo que varias se hicieron en el patio y sala de tu casa, allí en el centro de la ciudad, como en los trabajos de equipo que hacíamos allí en tu hogar, con un ambiente cálido, muy humano, de buen trato, de buena hospitalidad.

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Debo tener por allí en mis archivos algunos textos que escribí a mis amigos y amigas (como ahora lo hago con las cartas), he de buscar el tuyo para hacértelo llegar por si no lo encuentro en estos momentos, pero acabo de encontrar uno que te escribí en un cumpleaños tuyo y lo transcribo, a falta del otro, que en esencia deben de decir lo mismo:

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"Me entero que cumples años. Y te felicito, Juany Kunhagel. Me gustaría hacerlo en presencia. La distancia geográfica lo hace difícil. Así que va un abrazo de felicitación. Y muchas sonrisas. Ya ves que en la Normal estuvimos cercanos. Con esos sueños de amistad, como todos los jóvenes. Recuerdo mucho a tu familia. Siempre de buen humor. Siempre hospitalarios. A mi me llamó siempre tu sencillez, y alegría. Y también tu apellido Kunhagel. Lo extranjero en un buen corazón. Una buena familia. La vida nos llevó a distintos lugares. A conocer la vida rural de nuestro pueblo desde una escuela. Forjado nuestro espíritu en la Normal, dedicamos nuestros años al diálogo permanente. Con niños y adolescentes. Con padres de familia. Con autoridades de comunidad. Todo eso caminamos. Todo eso vivimos. Siempre de buen talante. Que bien. Todo esto lo comento, Juany, como pretexto, para hacerte llegar mi felicitación. Mis buenos deseos. De que tengas siempre salud, buen humor. Y que sigas con ese buen ánimo que te caracteriza.

Un abrazo fuerte. Amiga de siempre.
Pd. No olvido, Juany, que mi primer mascota, fue una cachorra pastor alemán que tu me regalaste. Pero más que eso, tu camaradería."
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Y me dio mucho gusto verte de nuevo en la pasada reunión de generación luego de esos años. Y platicamos como siempre, con la misma confianza, con el mismo cariño de siempre. Sobretodo que cada palabras intercambiada iba con la huella de la alegría de reencontrarnos. Y que en la distancia, tú en Monterrey, yo en Tabasco, nada disminuye el aprecio recíproco. Va asimismo mi reconocimiento a ti y mi admiración.
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Y bueno, yo me seguiría en esto de escribirte, pero hay que terminar la misiva, y me despido como lo hacía mi padre al dictar sus cartas a mis hermanos que irían dirigidas a sus hermanos y hermanas de Guanajuato: "verte, mejor que escribirte". Con un abrazo fuerte. Salud y saludos para toda tu bella familia.

Antonio. Villahermosa, Tab; diciembre de 2021


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