De Cartas (A Bogar)

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Hermano Ubaldo Bogar:

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Aquí, añorando el medio de las cartas familiares y de amor y amistad, que hasta los 80s del año pasado todavía fue ejercicio muy humano, y que hacía que nos alegráramos con el silbido del cartero ya cercano a nuestras casas. Y calro, escribirlas era un deleite. Yo en secundaria recibía de Cinthia Mcleen, de Baton Rouge, Louisiana, en inglés, (“Dear Antonio”), y que me ayudaba la maestra Raquel, de la secunaria, a traducirlas.

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Te abrazo fuerte, siempre con la amistad, y al doble ahora por los dolores en el alma que llevas de meses acá. Sin olvidos, valorando los mejores recuerdos, sé que poco a poco el bálsamo del tiempo te hará respirar mejor. Así vamos.

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Y siempre que la memoria me mueve las cuerdas del alma, echo atrás los recuerdos de nuestro barrio, de nuestras familias, de la amistad de tu hermano mayor con mis hermanos mayores, y que coincidimos en las mismas escuelas de primaria, secundaria y Normal. Y que en esta, quizá por la edad, por el camino a recorrer a pie en la salida, y por el imán de grupo que era Óscar, nuestra relación de amistad fue sinónimo de hermandad.

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Traíamos golpes del destino, en pobreza, limitaciones a las que les dimos vuelta no con riqueza, sino con lecturas donde veíamos chispas de luz, acrecentadas por el coincidir con tantos otros compañeros, amigos y hermanos de la secundaria y Normal. Al grado que seguimos buscando la manera de encontrarnos, de lanzarnos alguna señal que diga presentes en estos brumosos tiempos.

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Y nuestros padres y madres, Ubaldo, unidos y unidas por el destino nuestro. Recordamos para seguir reconociendo su lucha diaria en el trabajo ellos, y en el hogar ellas, para que hubiera pan y café en las mesas de casa. Y que hubiera tibieza en los crueles inviernos de la frontera Norte. En mi caso nunca vi a mi madre quejarse, Fueron fuertes, activas, no resignadas a la vida que llevaban. Solo que un día habrían de acompañarnos desde otro plano. Y empezamos otra ruta sin ellas físicamente, pero con su luz que aún sigue alumbrando nuestros caminos de vida.

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Y cómo olvidar cuando llegaste con un libro de Rius a mi casa, y me lo dejaste para que le echara un ojo, que le eché los dos y el corazón. Y la solidaridad siempre de poner manos y sonrisas a algún trabajo en la casa, cuando andábamos levantando algunas paredes que sirviera de freno a los vientos huracanados de los "nortes".  Y las tantas veces que caminamos por el bordo del canal Soliseño, de noche a la vuelta de la escuela, con frío quemando la piel, cruzando pocas palabras para que no se helaran en el trayecto. Y la anécdota de mi colección de libros "Hurtado". Y las lecturas en grupo de filosofía en el libro de George Politzer, "Principios fundamentales de filosofía"

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Y muy grato ha sido, hermano Ubaldo, leer tus textos desde aquellos años, que han sido pocos a la fecha, pero han sido sustanciosos. Como las gotas de miel que extraen por naturaleza los colibríes de las flores, o ls abejas para hacerlas llegar a la colmena, a donde nos asomamos todos nosotros, tus lectores, tus amigos y hermanos.

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Dijo Jorge Guillén, el poeta español: solo la amistad, más allá la selva. Yo aprovecho para agradecerte ("nada que agradecer, hermano", me dirás) el que hayas sido, junto con Rogelio, el enlace para que se realizara la visita que hicimos al gran Óscar, a quien le debemos mucho, tanto. Yo hubiera sufrido toda la vida si ni estoy en ese tarde agridulce de junio en Monterrey, abrazándonos, acompañándonos con las palabras, las risas, y nuestra historia uniéndola a esa palabra brillante del amigo Ócsar Eligio.

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Habremos de vernos pronto, mi estimado. Para continuar la plática cara a cara, a la que siempre ponemos tres puntos suspensivos, y que continuamos siempre con el pensamiento y algunas palabras que cruzamos en estos espacios.

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Hasta muy pronto, y permíteme despedirme como lo hacía mi padre cuando dictaba a mis hermanos mayores las cartas para sus hermanos y hermanas de Guanajuato: "vernos mejor que escribirnos".

Un abrazo, de Antonio

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