De Cartas (a Martín Cantú)

De Cartas (a Martín Cantú)

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Estimado Martín:

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Aquí presente, mediante esta carta. La escribo con la nostalgia por eso modo de comunicación, que hemos abandonado, no sé si para bien o mal. Solo que todo ha cambiado y es a través del internet que muchos nos comunicamos. Extraño los días en que esperaba yo al cartero con la esperanza de que silbara frente a mi casa, y que llegara carta de amigas o amigos, o de perdida para mis padres de sus hermanas o hermanos, de quién él vivió lejos, de Guanajuato, donde nacieron y crecieron, lo mismo que una de sus hermanas que vivió en Tijuana, Baja California.

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Me dio gusto, Martín, verte ese día, que fuiste el primero en llegar al hotel donde quedamos de reunirnos. Yo estaba hospedado allí, por mayor facilidad. Y leí en el grupo formado en el watsap, que ya habías llegado. Entonces lo que hice fue apurarme a bajar y tan pronto esté, te vi, porque eres reconocible a primera vista, al menos para mí, luego de más de cuarenta años de no vernos. Como muchos otros, guardo fiel mi recuerdo de ese muchacho alto y valiente de la edad en la que estuvimos en la Normal, nuestra alma mater.

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Y tú andabas con algo de sueño porque habías salido desde temprano de Ciudad Victoria, y andabas ocupado en la mañana con lo de un vehículo averiado que tenías en Monterrey., y que andabas rescatando. Y me invitaste a sentarme y pedir algo. Que ciertamente pedí, por hambre que tenía. Y platicamos de mucho, con confianza, luego de ese largo paréntesis de no haber cruzado palabra en tantos años. Un poco te platiqué de mí. Otro poco que platicaste de tí. Y alrededor sobre nuestro común amigo Óscar, con quien tú conviviste mucho, por haber estudiado en Monterrey también, aunque la carrera de derecho. 

Allí nos dimos cuenta con tus datos y los que yo te refería de lo que me había contado Rogelio, que había sido tan rápido el paso de la salud a la enfermedad de Óscar, y con la fecha que tú tenías de la última vez que habías platicado con él, de que él había ocultado su mal que ya carcomía su cuerpo. Y estábamos tristes, y aún deseábamos con toda nuestra alma, que hubiera sido exageración de Rogelio en su decir sobre el estado de Óscar, lo cual luego comprobamos que lamentablemente era verdad. Grave, Óscar.

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Fíjate Martín que yo en la Normal participaba poco en las reuniones de la planilla que teníamos. Y tu participabas dando tu opinión de manera muy activa, siempre seguro. Alto como siempre has sido, ya en esa edad lo eras. Y eras contundente. Yo fui muy callado en esos años. Y ciertamente andaba asimismo en otras cosas, una de ellas la rondalla, y las andanzas con mi novia de esos años, que frecuentaba menos la casa de Óscar, por tanto me perdí de muchas cosas, que tú y otros vivieron a plenitud. 

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Aunque en lo que coincidimos es en nuestro gran amigo Óscar, como nuestro líder indiscutible, y su liderazgo se basaba en su palabra suave, en su alentarnos, en escucharnos, en motivarnos para ser mejores, en todos los sentidos. Y en tener libros y revistas para que nos asomáramos a lo que en lectura nos iriá formando mejor en los temas de política, filosofía y literatura.

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Seguro has de coincidir conmigo: la Normal fue nuestro laboratorio de forja del espíritu. Y en gran medida nos dio ruta y rumbo. Cada uno llegó allí con las circunstancias propias de familia. Mas los contenidos de las materias por estudiar como futuros maestros de primaria, y la parte que no fue compelmentaria sino fundamental en el grupo conformado alrededor de Óscar, nos formó una personalidad de creativos y participtivos ciudadanos. Y por supuesto, cada uno participamos de acuerdo a nuestras circunstancias y convicciones en las que vivimos como adultos. Pero siempre con dinamismo y responsabilidad.

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Y ver, Martín, que sigues en tu búsqueda de ser mejor mediante la preparación, la lucha constante en buena lid, es una alegría para todos, y es un ejemplo a seguir. Nuestro reconocimiento y admiración. 

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Y fíjate que cuando apareció la canción "Las malas compañías", de Serrat, (que por cuierto se despide el próximo año de los escenarios) en las imágenes provocadas por sus versos siempre aparecían todos ustedes en eso de “Mi santa madre, me lo decía: cuidate mucho Juanito, de las malas compañías. Por eso es que a mis amigos, los mido con vara rasa, los tengo bien escogidos, son lo mejor de cada casa. Mis amigos son gente cumplidora, que acuden cuando saben que yo espero, si les roza la muerte disimulan, que para ellos la amistad es lo primero”.

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Y gracias a Rogelio y a Bogar, estuvimos con Óscar en esa reunión. Tristes y abatidos. Despidiéndonos sin decirlo. Abrazados a este grupo, en el que seguimos. Mientras tanto, Martín, a cuidarnos. Que la vida sigue. Y permite que me despida como lo hacía mi padre en sus cartas dictadas para sus hermanos de Guanajuato, “mejor vernos que escribirnos”.

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Un abrazo fuerte, salud y saludos.

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