Carta de buena conducta

A quien corresponda
Creo interpretar esa soledad. Transparencia en los resabios. Ese liquidámbar de la plaza aquella donde dormir mirando las estrellas era el reto luego de pasar las palabras por el cedazo. Y cuando los silencios necesarios completaron el discurso. Hubo tantas historias conocidas, sintetizada en una sola. Ese correr por la libre, tras la liebre de la vida. Con el viento a favor. La espuma de las olas en la piel azucarada. Y el generoso dato del somos papel y miradas. La sirena canta, dices. Papel maché sería el destino del tanto papel en ausencia de ti. Es la generosa vida que nos tiene reservadas nuevas aventuras. Y nosotros caminamos hacia ese azul lunático. Sí. Con todo el eco de la tarde de este miércoles. Queda claro que no es disoluta la conducta, en el bien hacer de los quereres y cantares. Y este café amargo en el tramo de la luz, sabe bien cuando el té queda escrito como referencia de esas tardes. Mendelsson o Prokofiev. Se extiende la presente a petición de la parte interesada, para los fines que sean necesarios en la paz y dicha. No omito manifestar que escribo solo asuntos sencillos. Y que esta carta es señuelo que la tarde esconde, como aquel de junio. Ya ni sé de qué mes. Era abril, creo. Cuando las flores se hacen presente por las calles de la ciudad.

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