De memoria

Mi padre traía una imagen en su cartera de la virgen de Fátima. Nunca le pregunté, ni supe el origen de ese su tesoro de papel guardado. Nunca lo supe. Mi madre escuchaba a los Churumbeles de España, con ese Abril en Portugal, y al escucharla su rostro era la viva imagen de la felicidad. Mi hermana Rosa llegó una tarde orgullosa y radiante con un disco 45rxm de Zorba El griego, de Mikis Theodorakis.  Mi hermano Chencho comró un gramófono chico y el disco de Los Relámpagos, ven amor, capullito de rosa, dame un beso en la boca. Mi cuñado Ernesto llevó el Ya supe Lupe, de los Broncos de Reynosa, con portada de músicos con fogata norteña. La que iba río abajo de verdad se llamaba Panchita. En ese  río vi cruzar cientos de inmigrantes, y mi pensamiento de niño volaba sobre el destino de los que se van. Mi maestro de matemáticas en secundaria sabía de matemáticas, y en la hora del recreo no salía de la cancha jugando retas de basquetbol. Mis amigos y yo tocábamos con guitarras y latas canciones colombianas como para Santa Martha, El viajecito, y la seña de identidad matamorense: Mi Matamoros querido. Mi madre hablaba sobre un mítico río Jordán y que para su cruce deberíamos ser acompañados por un perro.  Mas si osares transportarme al olvido, yo me cubro siempre de recuerdos. Ya sabes lo que digo. En la oscuridad Diógenes alumbra con su lámpara prodigiosa y milimétrica.

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