Domingo viento

Escribo viento. Y no sé ahora lo que digo. Estoy en una habitación de hotel. Solo. La existencia misma es parte del concepto. Estamos de paso. Un monje es visitado por una pareja de norteamericanos. Entran y ven la habitación vacía. "Le faltan muebles, su santidad". Y a la vez el monje replica con otra pregunta: "¿Y los muebles de ustedes?" Ellos responden con una obviedad absurda: "Es que estamos de paso, no los necesitamos". "Lo mismo yo, solo estoy de paso", les respondió el monje. Antier tiré el Muro de Berlín. Voy de paso. Y traje algunas piedras repartidas de una obra barata de albañilería. Todo es construcción-destrucción. Un puente roto para el paso. Amores de paso. Odios de paso. Fraternidad de paso. "Me gustó tu mundo de papel", me comentó un amigo sobre un texto donde hasta la ética es de papel. "Pero sería bueno que el fuego, que no es de papel, abrace amoroso todo", agrega. El fin del mundo. Este domingo hay viento. Lo miro desde mi ventana. Las ramas de los árboles se mueven. El pelo de mujeres que pasan. Lo mismo. Sus faldas. El polvo. La basura que arrastra. El viento mueve a vida. Movimiento perpetuo de todo lo que hay, donde nos incluimos un tiempo chiquito propio. Voy de paso como este domingo al mediodía, a quien rotundo y sonriente azul acompaño.

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