Conocí a Alejandro Aura

Escuché a Alejandro Aura una tarde que llegó a leer sus poemas a la galería El Jaguar Despertado, de Villahermosa. No recuerdo el año. Lo que sí recuerdo era su voz, muy expresiva, y sus manos que se movían como mariposas. Me quedó esa imagen de él, de una vitalidad a toda prueba, de su sonrisa al hablar, y el fluir de anécdotas. Luego al paso de los años encontré uno de sus libros en una librería de viejo. Y volví a encontrarme con sus poemas. Y al leerlos sentía que él los estaba leyendo.
Luego vino el día de su muerte. Me enteré antes que estaba internado, y que su estancia era terminal. Entonces él, en esa circunstancia abrió un blog en internet, como un cuaderno digital, y cada día iba registrando su percepción de los últimos momentos. Finalmente le llegó su último día, llegó a la última estación y nos dejó un bello poema que precisamente se llama despedida. Y que para valorar cada día, lo leo cada vez que tengo oportunidad. Este es:
DESPEDIDA
 Así pues, hay que en algún momento cerrar la cuenta, pedir los abrigos y marcharnos, aquí se quedarán las cosas que trajimos al siglo y en las que cada uno pusimos nuestra identidad; se quedarán los demás, que cada vez son otros y entre los cuales habrá de construirse lo que sigue, también el hueco de nuestra imaginación se queda para que entre todos se encarguen de llenarlo, y nos vamos a nada limpiamente como las plantas, como los pájaros, como todo lo que está vivo un tiempo y luego, sin rencor, deja de estarlo. ¿Se imaginan el esplendor del cielo de los tigres, allí donde gacelas saltan con las grupas carnosas esperando la zarpa que cae una vez y otra y otra, eternamente? Así es el cielo al que aspiro. Un cielo con mis fauces y mis garras. O el cielo de las garzas en el que el tiempo se mueve tan despacio que el agua tiene tiempo de bañarse y retozar en el agua. O el cielo carnal de las begonias en el que nunca se apagan las luces iridiscentes por secretear con sus mejillas de arrebolados maquillajes. El cielo cruel de los pastos, esperanzador y eterno como la existencia de los dioses. O el cielo multifacético del vino que está siempre soñando que gargantas de núbiles doncellas se atragantan y se ríen. Lo que queda no hubo manera de enmendarlo por más matemáticas que le fuimos echando sin reposo, ya estaba medio mal desde el principio de las eras y nadie ha tenido la holgura necesaria para sentarse a deshacer el apasionante intríngulis de la creación, de modo que se queda como estaba, con sus millones, billones, trillones de galaxias incomprensibles a la mano, esperando a que alguien tenga tiempo para ver los planos y completo el panorama lo descifre y se pueda resolver. Nos vamos. Hago una caravana a las personas que estoy echando ya tanto de menos, y digo adiós. Página de Alejandro Aura donde publicaba sus poemas y otros escritos.

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