Mi primera novia

Por ser febrero, los temas llaman. Memoria de la edad y circunstancia.
Me permito hoy escribir sobre novias.  Mi primera novia es la que no lo supo. Me guardé mis ansias locas por despertar. Y la llevé a mis sueños. Y pasamos la frontera de la noche. Y al despertar la sonrisa en plenitud. Su nombre no lo sé. Pero pongamos uno u otro. Mi primera novia fueron muchas imágenes. Tanto en folletines de la época. Almanaques. Como vecinas de la casa. Y compañeras de salón o escuela. Ellas nunca lo supieron. Tampoco lo adivinaban. Porque yo les miraba de lejos. Y cuando me miraban y quedaba al descubierto yo bajaba la mirada.
Son todas y ninguna. Al paso lento del tiempo, no discriminé, ni edad, ni estatura. Una tenía algo especial, mirada o sonrisa; otra su cabello, o los hoyuelos que se le hacían en las mejillas cuando hablaban. Yo les miraba como fruta lejana y prohibida.
Mi primera novia era el sueño de todos. Utopía, revolución. A ella escribí cartas que nunca mandé. Cartas que se fueron acumulando. Escribí versos en su honor. Escribí iniciales dentro de un corazón. Soñé en viajes al bosque. Parajes solitarios. Soñé en lecturas tomados de la mano. Yo pasaba por sus casas para ver si les veía. Y a veces sucedía el milagro, yo entrecerraba los ojos. Para imaginar que sí, que tal vez, que quién sabe.
Y en sueños estaba allí, como en la vida real, yo acechando, sin mayores bríos. Solo que en sueños tenía mejor suerte. Y a veces la sonrisa. El roce de las manos. En sueños todo está permitido. Mas no pasaba de allí. En sueños tampoco lo sabían. Ella se portaba normal. Solo que yo, sin razón, atisbaba promesas que no había.
Mi primera novia es la utopía.
Cualquier parecido con la realidad, no es mera coincidencia.

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