Fresca la noche

Fresca la noche, café y bossa nova. No pido más. Si el día ya casi se fue. Y hay buenos recuerdos de hoy. La charla con los estudiantes de medicina. Muy callados y atentos. Risas cuando lo de la coca... húmeda. Risas cuando lo de calientes... el café. Cuando lo de carnicero, Monterroso, sí, pero en el departamento de contabilidad. O recordar algún poema de Ernesto Cardenal. Grata la actividad total. Hay días así. Que la camaradería y el amor a las letras hacen lo suyo, lo propio. Y uno se deja llevar. Yo llevé unos poemas de tibia miel. El amor. Cartero. Tomar té. Las Reinas. Sobre todo por el público, de no lectores. El espacio de la biblioteca es muy agradable. Mullidos asientos, como de sala. Confortables. Muchos libros. Caminé por el área de literatura.  ¿Cómo no estar agradecido con la vida? Afortunado en mis sesenta. Por cierto la charla y lectura de obra se transmitió por internet. Algunos comentarios por allí que motivan. Y está disponible para que alguien más la vea. Diría, no se pierden de mucho, pero es bueno el relajo. Reitero mi agradecimiento a quienes me invitaron. Ahora tengo pendientes invitaciones para jurado de oratoria y de declamación. Son en la semana que entra. Y son invitaciones de amigos maestros. Lo haré con gusto. Porque además tienen que ver con la palabra. La fiesta de las palabras. La fiesta de pensar y crear.
Anoche tuve un sueño. Aprovecho para contarlo, breve. Se aparece Mario Vargas Llosa, comiendo con mi compadre Hilario Feria. Me les acerco y los saludo. "Acabo de leer Travesuras de la niña mala, maestro, le digo al momento que lo saludo. Muy bien, me contesta. Breves segundos en que no me invitan a sentar. Ni pecsi. Miro una cámara en la mesa, que imagino es de Hilario. Y zalamero me ofrezco. "Si gustan les tomo una foto". Claro que sí, compadre. Imagino la alegría de tener una fotografía con un premio Nobel. Y se levantan. Frente al restaurant está una carretera. Y de aquel lado un frondoso conjunto de árboles gigantescos, y les sugiero que sea allá la foto. Y ellos de acuerdo. Cruzamos. Mas antes de la foto, Don Mario se da cuenta que hay una muchacha mala a un lado del restaurant, y en ese lado una laguna. Entonces dice: espérenme un ratito y se regresa cruzando la carretera, y se acerca al lago, y a la muchacha. Ella se quita sin grosería, el camina al lado del lago, peligrosamente, y cae, Y como esa laguna tiene en la parte de abajo unos tubos de conexión hacia otro lugar, la corriente lo arrastra allí, y no podemos hacer nada. No hubo foto, y en el sueño no más Mario Vargas Llosa.  Desperté asustado. Y me puse a leer La casa verde de él, para que se me quitara el susto del sueño. Amén. Buenas noches. A soñar. Sigo con la bossa nova. Un Max. Y me he servido más café.

Comentarios

Entradas populares de este blog

lecturas 20. Poemas de Carlos Pellicer Cámara

Rigo Tovar y Chico Ché

Max in memoriam