Por ti seré

Escuché por primera vez la palabra "ciudadano" en la secundaria. Llevamos una materia que se llama Civismo, y nuestro libro de texto se llamaba El buen ciudadano. Nuestro maestro ya lo he dicho, se llama Raúl Torres Torres. Allí en primer grado aprendimos de derechos, sociedad, individuo, familia, obligaciones, disciplina, Constitución, leyes, y muchos otros. Y de alguna manera se nos fijó en nuestro pensamiento a los 18 años como la edad de inicio de nuestro ser como ciudadanos.
A los 17 años fuimos llamados por SEDENA para cumplir con nuestro servicio militar. Y cada domingo a las 6 de la mañana llegamos a un lugar donde aprendimos asuntos básicos de la milicia: conocimiento de armas, tiro, barricadas, y tantos otros temas de la Defensa Nacional. Salíamos a las 12. Los que sabíamos algo de guitarra, nos invitaron a formar un grupo musical para cantar en el evento de fin de nuestra preparación militar.  El lugar era el tecnológico de Matamoros. Y a los 18 años llegamos a la mayoría de edad. Y por lo tanto recibimos nuestra cartilla militar
Felices por esa edad. Ya adultos. Ya, decíamos, ciudadanos.
El caso es que los egresados de Normales, a los veinte años ya estábamos trabajando en las comunidades rurales como maestros. Y pronto nos fuimos dando cuenta que de los padres de familia algunos se interesaban en la escuela y a otros les eran indiferentes los asuntos escolares, o la misma educación de sus hijos.
Y de allí la reflexión sobre el concepto de ciudadanía. Investigamos sobre el origen del término. Que aunque ya lo habíamos escuchado en clase de secundaria, era necesario recordarlo. Y de allí nos enteramos que desde las primeras civilizaciones ya había diferencia de trato y responsabilidades  entre los menores y los adultos.
Pero mejor se registra el término con los griegos y romanos. Y en ambas culturas no todos los adultos tenían el derecho del ser ciudadano. Por ejemplo, los esclavos. Y otro ejemplo, las mujeres. Tampoco los extranjeros. Pero estos últimos más en función de ciudadanía.
El hacer y dejar hacer a los grupos gobernantes, en sus excesos, o el nivel de corrupción a la que se ha llegado, tiene que ver con el concepto de ciudadanos. O a la falta de ciudadanos.
Decía antes, que cuando se llama a los padres de familia una escuela unos llegan y otros no. Lo mismo cuando la autoridad de la comunidad convoca a los habitantes para realizar actividades de limpieza o de información. Lo mismo, unos llegan y otros no.
Desde hace años, cuando tengo la oportunidad de meter el tema en reuniones de adultos, la primera pregunta que les hago, es a qué edad se alcanza la categoría de ser "ciudadano". Y la respuesta automática, en coro, es que a los 18 años.
Es allí donde les digo que a esa edad se recibe una credencial que hace constar que somos mayores de edad, y por lo tanto responsables de nuestros actos ante la Ley. Solo eso. Pero que hay quienes crecen, envejecen y nunca fueron ciudadanos. Los que me escuchan se sorprenden. Y luego ya les explico sobre el concepto: ciudadano es el miembro de una sociedad que se interesa por los asuntos públicos, es el que acude al llamado de las reuniones de comunidad para escuchar y opinar sobre los asuntos o problemas que les aquejan.
Los no ciudadanos son los indiferentes. Los que dicen: a mí no me gusta la política. Los que dicen, a mi no afecta la política.

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