Mi primera novia

Mi primera novia de verdad. Que sí lo supo. Que me dijo que sí, a mi pregunta de si quería serlo. Tenía los ojos negros. O café oscuros. O verdes. Era casi de mi estatura o algo menor. La conocí en un salón de clases. Yo en un grado y ella en otro. Salones distintos. Ella tenía 15. Yo no había cumplido aún los 16. No era de mi ciudad. Había llegado a ella por los estudios. La miré a los ojos, y ya no pude dejar de verla; hasta en sueños. Y no le dije poesía eres tú, pero lo era. Cuando hacía frío, caminar juntos, tomados de la mano, era alegría y alivio. Y fuimos amigos antes que novios. Y cuando novios y eran vacaciones yo viajaba en camión a su ciudad. En su casa ya sabían. Y en la mía también. Cuando yo no iba a verla a su pueblo nos mandábamos cartas, a manera de ejercicio del buen cariño y redacción. Duramos un año de novios. Sueño de miel. Luego volvimos, para que fueran dos. En esos dos años conocí tanto dicha como dolor. Tristeza y alegría. Lo que era el apego y amor. Luego fue un martirio el recuerdo. Escuchar canciones que me trasladaban a esa etapa. Nunca pensé, dije o expresé algo contra ella. Siempre lo mejor. Diría que oraba para su buena suerte, pero no es creíble. Simplemente le deseaba lo mejor. Me preguntaban por ella. Yo no recuerdo lo que respondía. Caminaba solo. Y en ese tramo de la calle sexta, no era lo mismo, caminar sin ella. Cuando tocábamos con la rondalla, ella estaba en el público. Y cada verso de las canciones las relacionaba con lo que fue nuestro. Aunque ella estaba ya lejana.
Pero a todo se acostumbra uno. Busqué la ruta del olvido, entre canciones y tequila. Me contaban que la vieron muy feliz. Yo era una sombra que poco a poco volví a encontrar mi luz. No sé si fue un sueño que volvimos por tercera vez.
No sé si ella se acuerde de mí. Yo, de verdad casi no.

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