Prehomínido y ácido

¿Cómo relacionar al prehomínido con el ácido sulfúrico? Solo buscando, para calificar un hecho, el nivel más bajo de lo humano, el antes, el mucho antes. Se me ocurre lo anterior ahora que leo la entrevista escrita y video que le hace la periodista Blanche Petrich a la saxofonista María Elena Ríos Ortiz, quien fue quemada por ácido el 9 de septiembre del año pasado por dos testaferros que cobraron en efectivo por hacer dicho daño. Y que ya detenidos ellos, señalan como el autor prehomínido al ex diputado priista y empresario gasolinero a Juan Antonio Vera.
Dice ella que ese día 9 de septiembre, que era lunes, a las 10 de la mañana, previa cita, recibió a un campesino para hacer un trámite de pasaporte, pequeño negocio casero que ella había creado, para sostenerse. Y que vio que él llevaba una cubetita tapada como de dos litros, y pensó que era como el desayuno que la gente rural lleva a la ciudad para no gastar en alimentos, y él, sin más ni más, le vació el contenido en su rostro y cuerpo, lo cual le orilló por el dolor de la quemadura del ácido conocido como "muriático", a entrar corriendo al interior de su casa, abrazarse a su mamá, resultando la señora también con quemaduras. De allí ella cuenta el viacrucis para su tratamiento, pasando por el maltrato en el servicio de salud oaxaqueño, hasta que meses después, y gracias a la presión social, fue trasladada a la Ciudad de México, para recibir el tratamiento que corresponde a la gravedad.
Más allá de las situaciones personales que ella cuenta de su relación laboral y de pareja con dicho sujeto, el hecho es mucho más que aberrante, mucho más que indignante, más que monstruoso.
No hay ni puede haber nadie que con un poco de inteligencia justifique dicho acto. Vimos los interesados en dicho caso, que hubo negligencia en el tratamiento hacia ella, y hubo protección hacia el aberrante sujeto que ideó, planeó y pagó para dañar a María Elena. Aún hoy no está detenido. Aún hoy se hace evidente que su dinero y relaciones lo protegen para que vaya pasando el tiempo y los nuevos eventos trágicos, sociales, nos hagan relegar lo que le hicieron a la saxofonista.
Dice ella en la entrevista que solo una vez desde el crimen ha visto su rostro en el espejo. Y que no se reconoce. Que no quiere vivir en ese cuerpo lastimado. Que le quitaron su esencia. Que le duele ver el maletín de su saxofón, dañado con el ácido.
Escribo sobre este tema, indignado, con la esperanza de que muchas más mujeres y hombres lean la entrevista que fue publicada el día de ayer 24 de febrero en el diario La Jornada. Porque nadie, ni mujer u hombre, niño o anciano, ni animal alguno, merecen, no solo ser rociados con químicos que dañen, sino que les digan palabras hirientes (lo cual este sujeto antes también hizo, ni golpes, ni acto alguno que dañe o incomode a ser vivo alguno).
Me falta la palabra para calificar esta aberración. Se me ocurre el de prehomínido. Pero el uso bueno del ácido sulfúrico, más aún su descubrimiento, es de ciencia, y es de civilización.
Por eso queremos que se aplique el mayor castigo que la Ley permita. Que no valga dinero alguno, ni relación que obstaculice dicha aplicación. No tenemos muchas esperanzas que esto suceda a como debe ser. Pero mal haríamos en resignarnos que siempre va a ser así, que es nuestro destino manifiesto.

"El ácido sulfúrico puede causar quemaduras en la piel, los ojos, los pulmones y el tubo digestivo. La exposición severa es letal".




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