Jacinto Villela García, in memoriam

Un sábado me avisaron de la muerte de Jacinto Villela, a quien de estudiante en la Normal, le decíamos El Gordo, no tanto porque lo fuera, sino para diferenciarlo de su hermano, Trini, ambos originarios de Río Bravo, municipio que está a 70 kilómetros deMatamoros y a 23 de Reynosa, Tamaulipas.
Ambos rentaban una casita, por no decir cuarto, cerca de la escuela, que fue nuestro centro de convivencia, tanto en lo de tareas escolares, como en la de reunirnos para platicar y muy ocasionalmente para echarnos la copa. Estaba a mi paso entre mi casa en la Treviño Zapata a la escuela. Así que yo fui uno de los frecuentes. Lo mismo José Guadalupe Paz, que vivía en la 20 de noviembre, que yo conocía como La milagro, y Sergio Torres García, que era de Reynosa.
Formamos el grupo "C", de la Escuela Normal. Y era un grupo muy nutrido, de tal manera que los maestros no podían caminar entre los pupitres. Éramos como 65.
No recuerdo, aunque lo más probable es que sí, que los equipos de trabajo se formaban por los que estaban más cercanos. El caso es que cuando vinieron las primeras prácticas escolares, Jacinto y Trini me ofrecieron hacerlas en la escuela donde su papá era el Director, en Río Bravo. Era la primera vez que yo salía de casa tanto tiempo. Y fui muy bien recibido por la familia de ellos. Siempre muy amables y respetuosos Doña Benita y Don José, que bien recuerdo uno de ellos era de Antiguo Morelos, Tam. En la mañanita Doña Benita nos daba lonche para ir a la escuela. Y al mediodía siempre nos esperaba con una suculenta comida.
A partir de allí hicimos una fuerte amistad, que no ha separado el tiempo ni la distancia. Y de repente se nos asomó la muerte de Jacinto, a quien tuve oportunidad de ver en las reuniones nostálgicas de grupo que hemos hecho. La penúltima vez les dije a Juan José (asiduo también a esa casa de los Villeda) y a Jacinto: cuando estudiantes Juan estaba flaco y tú gordo; y ahora es al revés.  "La pinche diabetes, Toño".
Cada uno andaba en actividades distintas. Y las novias respectivas nos separan, sin querer. Pero aún así Jacinto y yo coincidíamos en la rondalla de la escuela. Él no tocaba guitarra, pero cantaba muy bien. Así que cuando eran noches de serenata andábamos de casa en casa, sea el Día del amor y la amistad,  Día de la Madre o del Maestro. Sí, fuimos a Río Bravo a dar serenata a nuestras respectivas madres. Y a Reynosa también con Sergio, que aunque su mamá había fallecido de cuando él era muy chico, le llevábamos alguna persona familiar de él.
Jacinto se llevaba bien con todos los maestros. Hijo de maestro, tenía facilidad para hacer plática. Me tocó con él trabajar en las brigadas rurales, un programa del gobierno estatal, en el cual participamos y consistía en pasarse las vacaciones del verano en una comunidad, en la que realizábamos actividades en bien de los niños de primaria, con juegos, deporte, talleres de dibujo o regularizándo a quienes iban rezagados en su aprendizaje. En la tarde noche, Jacinto salía a visitar a alguna familia y se quedaba entere café y el pan a una charla interminable. A veces yo salía a buscarlo, porque sabía a donde estaba. Y pasaba a acompañarlos, y Jacinto seguía y seguía con la palabra viva entre anécdotas y relatos de terror. La gente muy contenta con él, yo con sueño.
Jacinto formó parte del grupo de locos que nos fuimos de Matamoros a la entonces Ciudad de México en rait. Sergio, Paz, los Villeda y yo. De Matamoros a Monterrey nos fuimos en tren, porque Trini tenía una amiga allí, y quería visitarla. De allí a San Luis. Al DF. El dinero que habíamos llevado, se agotaba. Y Jacinto era muy bueno para la cantada, especialmente los corridos. Y como yo siempre he cargado con guitarra, esa ocasión del viaje no fue la excepción. E hicimos un dueto.Nos subíamos a los camiones en Tampico y Victoria, ya de regreso. Trini era el que hablaba con los pasajeros "Somos estudiantes de la Normal que hicimos viaje de estudios, y no tenemos dinero para comer ni para el camión. Con o que gusten ayudarnos. Y Jacinto y yo cantábamos Camelia La tejana; o estos eran dos amigos, que venían del Mapimí.
"Para la siguiente clase por equipo van a traer un corazón de vaca o toro", nos pidió el maestro Mauro, para hacerle cortes y ver sus partes. El Maestro Mauro era nuestro asesor y nos impartía la materia de Ciencia Naturales y su didáctica. A los dos días siguientes cada equipo llegó con un corazón sangrante, bien guardado en bolsas. Con las indicaciones del maestro hicimos los cortes, viendo cada una de sus partes y su función. Válvulas, arteria coronaria, etcétera. Al final ya todo dispuesto para tirar a la basura los corazones rotos, Jacinto se acerca con el maestro, y le pregunta que si esos corazones se pueden comer. "Si los lavan bien, lo cortan en pedacitos, le ponen agua, tomate, cebolla y chile, algo de sal, y claro que si", dijo riendo Don Mauro. Raudos recogimos los corazones con los compañeros, a la salida temprano (7 pm) nos fuimos a la casa de los Villeda, los prepararon e hicimos fiesta con esa taquilla de corazón guisado.
A veces Jacinto caminaba conmigo rumbo a mi casa. No por mi. Sino porque con ese rumbo caminaba con nosotros Raquel y Rosa, dos compañeras. Y cada uno tratábamos de "pegar el chicle", por decirlo así. Eramos plática y risa. Luego cada uno se quedaba platicando un ratito más en lo particular con una de ellas.
A veces el papá de los Villeda les prestaba el carro.; quizá un viejo Ford o Chevrolet de los años 60. Así que paseábamos en Matamoros. La gasolina era barata. Y algunas ocasiones tuvimos que empujar el auto, divertidos. Ya cuando ellos trabajaban de maestros, lo primero que hicieron fue regalarle a su papá un auto nuevo. Me lo dijeron ellos. Y lo vi.
El destino decidió que siguiéramos de aventura. Y fuimos los que nos venimos a Tabasco en 1979. A Trini le tocó trabajar en una comunidad de Balancán (a 3 horas de Villahermosa). A Jacinto en Comalcalco (a una hora de Villahermosa , y a mi en Jalpa (a 30 minutos de Villahermosa), Pero Jalpa y Comalcalco están cercanos. Y a veces yo iba a visitarlo el fin de semana y a veces él a Jalpa.
Una ocasión viajé de Villahermosa a Reynosa. Me esperaron en el aeropuerto Trini y Sergio. Años de no vernos. Años es decir 30, mínimo. Esa vez me quedé en casa de Sergio. Y al día siguiente pasamos por Jacinto para ir a la reunión por los no sé si 35 años de egresados del grupo. Por allí están las fotografías.
El sábado 17 de junio de 2018 sábado en la mañana, sonó mi teléfono como a las 10. Me habló Sergio Hugo Torres, de Reynosa. "Murió Jacinto", me dijo triste y lacónico. Platicamos un rato sobre nuestros tiempos y edad. Ni jóvenes, ni tan viejos.  De allí le hablé a Trini para darle el pésame. Sentido pésame. Y ese sábado, en la oficina donde trabajaba, repasé como en película todo esto que estoy escribiendo. 

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