Esta tierra fértil

¿Y qué le pasó a Tabasco?
Llegué a Tabasco en octubre de 1979. Ya estaba en su apogeo el auge petrolero en su punto. Pero aún me tocó ver los campos más verdes. Y en plena producción, de todo, mucho. Campos con piña, cacaotales, las altas y medianas palmas, el abundante plátano, la pimienta, etcétera. Extensos pastizales para el ganado. Era muy común ver en todas las casas de rancho, una espacio grande de cemento, al que llamaban (llaman aún) secadero. Y en él, esparcidos, los pedazos de coco (copra), el cacao o la pimienta negra.
Y en las noches refulgían los mechones encendidos de los pozos petroleros . Con su cauda de humo negro. Las ciudades, o más bien, las cabeceras municipales, tenían mucho movimiento en función del dinero que recibían los productores, los trabajadores de PEMEX y la burocracia de gobierno, incluidos los maestros. Estos, antes del auge del oro negro, eran los más mencionados en las comunidades por las muchachas casaderas, como prospectos para iniciar familia. Pero cuando la riqueza del petróleo, este papel de estrella cambió hacia el petrolero. Las familias querían que sus hijas se casaran con un petrolero, ya no con un "pobresor".
El caso es que Tabasco tenía mucho movimiento, el costo de la vida se fue incrementando, subieron las rentas y Tabasco quedó en lo concreto -no en lo oficial- como parte de las zonas económicas caras.
Pero junto a esto, las tierras se fueron empobreciendo, los techos de lámina y los alambres de púas, debido a la contaminación, se oxidaban más rápido. La lluvia ácida devastó tierras; y ni se diga las lagunas y los ríos. La pesca decreció. Y junto a ello la pobreza de sus comunidades.
Cuando el auge de la agricultura, los campesinos productores del cacao o de la copra, recibían de sus asociaciones, una cantidad considerable, a la que llamaban remanente. La Unión les compraba a un precio. Y ellos lograban venderla en el mercado nacional o internacional a un mejor precio. 
Maravillosos los majestuosos ríos Grijalva y Usumacinta. Dignos de postales como muestra de la riqueza de esta entidad, en la que predominaba más aún el verde y el azul de sus aguas. Pero no son los únicos: el Samaria, El Tulijá, Carrizal, Mezcalapa, el sistema San Pedro-San Pablo; y otros de menor cauce.
Dicen los que saben que una vez en un vuelo le preguntaron al poeta Don Carlos Pellicer que cómo era su tierra; y él, tomó una servilleta y sacudió su pluma fuente para que callera profusamente la tinta en gotas pequeñas, medianas y grandes. "Así es", dijo sonriendo, en referencia a las lagunas, arroyos y ríos. Baste ver la laguna de Las ilusiones en el interior de la ciudad, y el río que divide al centro con Las Gaviotas.
Las lluvias tardaban veinte días o más de manera ininterrumpida. Los mosquitos no se comen, pero abundan y pican como plaga.
En un homenaje escolar el señor presidente municipal escuchó con atención a un niño exponiendo en oratoria un tema. Al terminar el niño pasó a saludar al presidente. Y este muy emocionado le dijo: "¡excelente, muy bien!, con esos dotes de oratoria vas a llegar a ser presidente municipal, cuando menos". Y la mamá del niño que estaba allí, rauda le respondió: "ni lo mande Dios, señor presidente, yo quiero que mi hijo sea de grande una persona honrada".
Siempre se ha dicho que la tierra de Tabasco es tan fértil que cualquier semilla que tires crece. Y que el tabasqueño no se muere de hambre, que con tan solo estirar la mano, toma una fruta, y listo.
Pero mucho de eso ha cambiado.
El sueño de futuro siempre ha de ser que todas las familias del medio rural tengan en sus patios hortalizas, y sus animales de traspatio. Y siempre hemos de decir que las comunidades rurales no comen cemento, plástico, vidrio ni varilla, en alusión a lo que producen las fábricas contaminantes de la ciudad. Pero esta sí se alimenta al cien por ciento de los productos del campo.
¿Cual ha sido la desgracia de los pueblos? Que han llegado a los gobiernos de los tres órdenes, federal, estatal y municipal, personas con preparación, pero sin escrúpulos. Los vecinos de ellos son testigos de que en tes años transformaron a lo grande su casa, adquirieron otras, compraron ranchos y muchos cambiaron de familia.
Hay sus excepciones, por supuesto. Que al final son estas las que confirman la regla.
Pero parte de todo ello tienen todos los que les envidian esa vida de lujos mal habidos. Los que dicen: "ese robó pero salpicó". "Ese robó pero hizo obra". O la más triste, esa que dice: "es un pendejo, estuvo en el gobierno y no robó".
Pero mantenemos la esperanza.

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