La dicha de dirigir talleres literarios

Las clases de español tanto en primaria y secundaria deberían estructurarse como talleres de lectura y redacción. Pero no de manera mecánica. Sino convencidos los docentes que es  a través de la práctica de escribir textos, y de leer por gusto, a como se aprende el lenguaje.
Es una convicción que tengo desde hace muchos años. Lograr transmitir el goce de la lectura. Y el goce de hacer vibrar el pensamiento a través de escribir textos, donde vaya imaginación y memoria. Pero sospecho ligeramente que esto solo lo pueden lograr los maestros que sienten ese goce. A lo mejor estoy equivocado.
He contado lo de Fidencio, ex alumno, que me tocó trabajar en su comunidad en Unión y Libertad, Macuspana. Un viernes puse treinta libros de literatura para que llevaran a su casa, con la obligación que leyeran dos páginas. Y si los atrapó el escritor, que lo quedaran en su casa mientras lo estuvieran leyendo. Y si no, que los regresaran el lunes en el pase de lista. Fidencio se llevó El Perfume, de Patrick Suskind. El lunes lo regresó. ¿No te gustó?, inquirí. Al contrario, me respondió. Ya lo terminé. Y la verdad que no le creí. Yo no conocía a los alumnos. Tenía una semana que había llegado allí. Y le pedí que me comentara e qué tratara. Y ya estaba allí recitándome la historia del asesino, etc.
Pero no fue el único. Lo mismo he aplicado en los grupos donde he trabajado. En el último grupo recuerdo leyendo bien a casi todo el grupo. Destaco a Emilio. Y en el anterior grupo a Daniela. ¿El caso es qué pasa con ellos?, ¿con los lectores? Que mejoran en todo, en ortografía, en redacción, en comprensión, en autoestima, en facilidad para exponer. Además sonríen más. Y tienen otros temas que platicar con sus amigos o con la o el pretendiente (en el caso de secundaria o prepa).
¿El lector nace o se hace? La pregunta siempre se hace presente. Como esa clásica de ¿quién fue primero, el huevo o la gallina? Y la respuesta que se dé no satisface a quien pregunta. Porque siempre hay un listo que quiere hacer que mordamos polvo, que hagamos el ridículo. Por eso recuerdo cuando le hacen la pregunta trampa a Salomón. Un hombre tiene en el puño a un pajarito vivo. Y le pregunta al sabio rey: ¿está vivo o muerto? Si la respuesta es que vivo, entonces aprieta la mano para que aparezca muerto; si dice que muerto, abre la mano y está vivo.
Yo me pregunto ¿cómo me hice lector? O bien, ¿cómo se hace un lector? Y no tengo respuestas.
Es fácil que el niño se haga lector por imitación. Si sus padres leen, si hay libros en casa, ya está listo el encargo social.  Pero he contado que mis padres eran analfabetas. Y en la casa no había libros como tales, solo libros de texto gratuitos. Y no recuerdo algún maestro insistiendo que leyéramos y recitando como loro los beneficios de la lectura. Lo que sí recuerdo es la emoción de algunos maestros y maestras al comentar un libro. Y mi emoción por escuchar a los compañeros que participaban en declamación, con poemas de amor, de desilusión, nostalgia, etc. Recuerdo La chacha Micaila, Por qué me quité del vicio; Los motivos del lobo; El sembrador. Y ya en la Normal, los de León Felipe: No me contéis más cuentos, y muchos otros.
"Mi cantón, madrecita del alma, ya pa qué lo quiero, si se jue la paloma del río..."
"Mas empecé a ver que en todas las casas/ estaban la Envidia, la Saña, la Ira,/ y en todos los rostros ardían las brasas/ de odio, de lujuria, de infamia y mentira..." 
"Dende antes que me casara/Encomencé con el vicio,/Ya luego ya de casado,/También le tupí macizo...
¡Probecita de mi vieja!/¡Sempre tan guena conmigo...!".
Yo no sé muchas cosas, es verdad/Digo tan sólo lo que he visto./Y he visto:que la cuna del hombre la mecen con cuentos,/que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,/Que el llanto del hombre lo taponan en cuentos,/que los huesos del hombre los entierran con cuentos.../y que el miedo del hombre.../ha inventado todos los cuentos.

Por eso decía desde el inicio, que la materia de Español debiera ser manejada, desde su programa en el Plan de estudios, como talleres literarios, de lectura y de redacción. Para que de manera práctica los alumnos desde primaria, y de manera oral desde preescolar ejerciten el lenguaje (los niños pequeños saben contar anécdotas y crear cuentos, solo que les reiteramos que callen, que se estén quietos).
Por muchos años coordiné talleres literarios. Y me da orgullo que con su esfuerzo y dedicación muchos de los que asistieron a esos talleres son magníficos lectores y escritores.


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